viernes, agosto 05, 2005

Hiroshima: Un asomo al infierno

Por: Carmen Esquivel*



Hace 60 años Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima. En un instante la ciudad quedó bajo una enorme bola de fuego que fundió la arcilla, derritió los vehículos, desintegró zonas enteras y mató a más de 100 mil personas.

El mundo asistía con horror a uno de los hechos más vergonzosos de la historia y considerado entre los peores actos de terrorismo de Estado que recuerde la humanidad.
Cerca del punto cero de la explosión muchas personas se volatizaron, pero su sombra quedó plasmada en las paredes como figuras fantasmagóricas.
Mientras, sobrevivientes con la ropa hecha jirones deambulaban por la ciudad sin tener adonde acudir. "Los hombres con las gorras fundidas a los cueros cabelludos, las mujeres con los kimonos soldados sobre su piel y los niños con los calcetines adheridos a sus piernas quemadas".
Desde el Enola Gay, el avión que lanzó la bomba, el ametrallador de cola Bob Caron pudo contemplar todo el panorama. "Era como si el anillo que rodeara a un distante planeta se hubiera soltado y ascendiera hacia nosotros. Era como asomarse al infierno".
El episodio se repetiría tres días después sobre la ciudad de Nagasaki.
Washington justificó el horrendo crimen como una conveniencia meramente militar. Pero más allá del pretexto de derrotar a Japón y concluir la guerra, cuyo fin ya era inminente sin necesidad de este genocidio, su objetivo era aterrorizar al resto de la humanidad.
Los bombardeos contra Hiroshima y Nagasaki están considerados entre los más graves actos de terrorismo de Estado que ha sufrido la humanidad, entendidos éstos como la voluntad de eliminar poblaciones civiles a través de una violencia extrema con el propósito de sembrar el terror para mantener y aumentar el poder.
Terrorismo de Estado fueron también la matanza de más de cuatro millones de personas durante la agresión norteamericana contra Vietnam, el genocidio de Israel en los territorios palestinos, el apartheid en Sudáfrica o la guerra contra la ex Yugoslavia.
No obstante, tales actos y debido al escamoteo ideológico que realizan los poderosos medios de comunicación, cuando se habla de terrorismo hoy día la gente piensa automáticamente en un fanático musulmán con un cinturón de explosivos adosado a su cuerpo.
Se olvida que esa práctica rebasa las ideologías y religiones. No hay diferencia en que los que proyecten la matanza en masa sean islámicos, cristianos o de cualquier otra religión y tampoco si son preparados por individuos, organizaciones o Estados.
Los atentados contra las Torres Gemelas, el metro de Madrid o el servicio de transporte de Londres son actos de terrorismo, como también lo son las agresiones con armas químicas o bacteriológicas, el atentado contra un avión de pasajeros o la guerra contra Iraq o Afganistán.
"¿Acaso alguien puede pensar que cuando caían las bombas sobre Hiroshima o Bagdad sus habitantes no estaban aterrorizados?, se preguntaba en un artículo el periodista Atilio Borón.
Al referirse a este tema, el escritor uruguayo Eduardo Galeano afirmaba hace poco: “El presidente George Bush adora citar el Apocalipsis, pero más práctico sería que citara las noticias, que son más actuales y dicen más o menos lo mismo”.
Decía el Apocalipsis: "Junto al gran río Eufrates fue exterminada la tercera parte de los hombres por el fuego, el humo y el azufre". "La tercera parte de la tierra quedó abrazada. Mucha gente murió por las aguas de los ríos, que se habían vuelto amargas".
"El autor -continúa Galeano- atribuía estas catástrofes a la ira divina. El nunca había oído hablar de las bombas inteligentes, ni de la lluvia ácida, ni de la basura radiactiva. Y no podía imaginar que la sociedad de consumo y la tecnología de la devastación serían más terribles que la cólera de Dios".
Durante siglos el Apocalipsis fue empleado por la religión para aterrorizar a la gente. Hoy, en la era inaugurada por Estados Unidos hace 60 años sobre Hiroshima, se puede obtener el mismo efecto si encendemos la televisión y observamos la matanza planificada y fríamente ejecutada contra miles de inocentes en todo el planeta.

* La autora es Jefa de la Redacción en Asia de Prensa Latina.

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