Trabajadores en un piquete durante el paro de transportes en Nueva York. Una escena que será cada vez más frecuente en el hasta ahora llamado "Primer Mundo". Foto: AP.
Por: David Streitfeld, Los Angeles Times
Traducción para @DIN de Susana Merino
Esta semana la empresa Delphi Corporation, fabricante de autopartes, ha planteado a sus trabajadores la reducción de sus salarios en dos terceras partes. Es una de las concesiones salariales más radicales que se haya jamás solicitado a empleados sindicalizados.
Al mismo tiempo los trabajadores de la General Motors Corp. aceptaban financiar "provisoriamente" de sus bolsillos miles de dólares relacionados con sus coberturas de salud. Los empleados de Ford Motor Co. y Daimler Benz enfrentarán seguramente similares exigencias. Las fuerzas que golpean a los trabajadores de Delphi y de GM son versiones extremas de lo que está sucediendo en el mercado de trabajo estadounidense, en el que los riesgos económicos tales como el desempleo y los gastos médicos, anteriomente asumidos por los empleadores y el gobierno, están actualmente a cargo de los trabajadores estadounidenses y de sus familiasLuego de cuatro años de recuperación económica, todos los trabajadores estadounidenses deberían tener viento en popa. Y en lugar de eso se hallan enfrentados a una nueva ofensiva tendiente a obligarlos a abandonar una serie de beneficios esforzadamente adquiridos y a aceptar disminuciones en sus salarios. Las empresas explican que estos recortes son "vitales para poder mantener la competitividad" en una economía crecientemente globalizada.En las últimas semanas, han aparecido muchos casos nuevos, no sólo en la industria.Los trabajadores de las 71 mayores superficies de provisión alimentaria de la cadena Farmer Jack en Michigan han aceptado una reducción salarial del 10%, para que la empresa pudiera ser más fácilmente vendida a un nuevo propietario. Centenas de trabajadores de una fábrica de tubos en Aubum, en Indiana aprobaron una baja de dos dólares sobre un salario de 18 U$S por hora para mantener la fábrica en funcionamiento. Los funcionarios de la policía de Wyandotte, en Michigan han aceptado el bloqueo de sus salarios durante los próximos tres años y el incremento de sus pagos por la cobertura médica.Jerry Jasinowski, presidente del Manufacturing Institute at the National Assn. of Manufacturers (Instituto de la Manufactura de la Asociación Industrial Nacional), ha declarado que tales concesiones "se convertirán en moneda corriente"."Los pilotos de línea o trabajadores en cadena, los empleados, deben contribuir a reducir el precio de acuerdo -ha declarado-: "Nosotros no estamos en condiciones de sobrevivir y al mismo tiempo mantener las generosas protecciones sociales acordadas hace 10 o 15 años", afirmó Jasinowski.
El trabajo en agonía
Varias causas explican la reducción de la influencia de los trabajadores. Entre ellas se destacan la existencia de una mayor demanda de empleo en el mercado del trabajo y la deslocalización hacia países con mano de obra barata como la China y la India.Algunas sociedades, que compiten con productores rivales que producen a menores costos expresan que no pueden permitirse el mínimo aumento. Y aun en el caso de empresas florecientes, las elevadas primas de los seguros de salud deben financiarse con fondos que podrían utilizarse en aumentos.Según una encuesta reciente efctuada por la Kaiser Family Foundation y el "Health Research and Educational Trust" solamente un 60% de las empresas ofrecen a sus empleados una cobertura de salud, un retroceso evidente comparado con el 66% del 2003 y el 69% del 2000.Los empleadores requieren mayor productividad de los trabajadores con el mismo salario.Sucede por lo tanto que para la mayor parte los costos de vida han aumentado mucho más aceleradamente que los aumentos anuales. La última semana un informe del gobierno estadounidense señaló que debido al aumento de los precios de la energía, la inflación aumentó en setiembre de 2005 dos veces más que los salarios El democrático Instituto de Políticas Económicas (Economic Policy Institute) ha declarado que "esta situación configura la mayor baja de la capacidad adquisitiva en decenios".El inmovilismo o la baja de los salarios contribuye a amortiguar la inflación, pero es un triste consuelo para los que ven sus bolsillos cada vez más vacíos.En el período en que las industrias tradicionales, como las de las piezas automotrices y las de líneas aéreas, se esfuerzan en adaptarse a difíciles circunstancias, sus empleados son especialmente vulnerables.
Trabajadores contra el paredón
Cuando hace alrededor de dos meses los mecánicos de la Northwest Airlines Corporation hicieron huelga preventiva para bloquear la baja de sus salarios en un 25%, la compañía los reemplazó inmediatamente. Dichos trabajadores se encuentran actualmente ante un ofrecimiento de la empresa que incluye la misma reducción salarial y una protección social menor que la que les ofrecían antes de la huelga.Las perspectivas de los obreros de base de Delphi son igualmente sombrías: el 8 de octubre, la sociedad solicitó beneficiarse con las garantías de una ley estadounidense de protección ante una eventual quiebra. Los especialistas de la historia del trabajo no recuerdan un período en el que durante una recuperación económica, se haya solicitado en una sola empresa un apoyo en tal cantidad y al mismo tiempo el abandono de tantas ventajas.Los responsables del sindicato United Auto Workers, declaran que se trata de "sacrificios extraordinarios" en momentos en que Delphi especialmente, está tomando medidas "repugnantes" al aumentar el monto de sus contratos con el objeto de mantener a sus cuadros de alto nivel.Los críticos dicen que los empleados de Delphi, que ganan 27 dólares por hora, además de algunos beneficios sustanciales como la cobertura de salud y la jubilación complementaria, "le cuestan mucho a la empresa" impidiéndole mantener la competitividad. En comparación los trabajadores de las fábricas Delphi, ganan apenas 3 dólares por hora."Las empresas no pueden ya otorgar opulentas ventajas por enfermedad ni compromisos ilimitados de jubilaciones complementarias" declaró el economista Peter Morici, un negociador comercial y administrativo de Clinton. Y agrega que el sindicato UAW "debió haber educado" a sus miembros desde hace mucho tiempo "mostrándose realista" en sus exigencias.El nuevo contrato de Delphi va a sentar un precedente para las negociaciones de GM, Ford y Daimler Chrysler. Ford declaró igualmente el lunes último que había iniciado conversaciones con su sindicato para reducir los aportes en los seguros de salud.
Igualando para abajo
La industria automotriz ha sido un indicador de las orientaciones salariales desde su creación. Ya en 1914 Henry Ford anunció jornadas de 5 dólares, duplicando de golpe los salarios de sus 150.000 trabajadores en las cadenas de ensamblaje e inaugurando lo que el diario de Detroit llamó "una nueva era industrial".En dicha época los trabajadores indicaban el camino. Actualmente son considerados como condenados.Steve Szakaly, un economista del Automotive Research Center (Centro de investigaciones automotrices) ha declarado "existe consenso sobre el hecho de que las antiguas industriasde trabajo en cadena están a punto de desaparecer". En el seno de una economía mundial estamos todos destinados a transformarnos en empleados terciarios. Y Delphi también coincide con esto...Con base en Troy (Michigan) esta compañía -una industria complementaria fundada en 1999 por General Motors- no es tan antediluviana como pareciera. Más de las dos terceras partes de sus 185.000 empleados trabajan ya fuera de los EEUU y está en tren de detener y de modernizar sus fábricas estadounidenses. Este año se cerró su única fábrica californiana, sita en Anaheim. En su página de Internet, la empresa proclama: "En tanto empleadora de categoría internacional, Delphi ofrece una protección de carácter mundial a sus empleados de tiempo completo". Sin embargo la orgullosa declaración ha cobrado recientemente un sentido diferente; los trabajadores de Delphi de los EEUU -declara la dirección-, deben ganar un salario más cercano al que se gana en otras partes del mundo.Se informa que las vacaciones se reducirán de seis a cuatro semanas y que aumentarán las primas de seguro de salud, mientras que las contribuciones de la empresa a las jubilaciones complementarias van a disminuir. Los días feriados pagos serán reducidos de 17 a 10 en total y por todo concepto. Los salarios también disminuirán hasta un máximo de 10 a 12 dólares por hora. Esto significa que los trabajadores de Delphi no podrán seguir comprando los automóviles que contribuyen a fabricar.
Capitalismo: una máquina de picar carne
Robert S. Miller, experto en reorganización, nombrado para dirigir la firma el verano pasado declaró en una conferencia de prensa que los trabajadores "no debían sentirse mal" puesto que comparó la situación con "una tempestad" a la que "los ha llevado" la globalizaciónEs una tempestad que ha arrasado a otras industrias estadounidenses; Thomas Pailey, economista y antiguo asistente del director de relaciones públicas del sindicato AFL-CIO, dijo que se trataba de una muerte "ocasionada por miles de golpes de látigo, lo que hace que escape al radar político""Fue golpeando hábilmente primero a la ropa, luego al amoblamiento, después a los textiles y luego al acero" agregó Pailey. El fenómeno se produce siguiendo una escala de valores. Las pruebas se notan en los artículos fabricados en Filipinas. En la India actualmente los radiólogos interpretan las curvas procedentes de hospitales de los EEUU. Los fundamentos mismos del trabajo han sido atacados.La mundialización tiene muchos admiradores e innegables ventajas. Cada una de las fábricas de piezas desprendidas que Delphi instala en ultramar mejora el nivel de vida local. En los EEUU donde los fabricantes nacionales y los importadores compiten por proveer las mercancías a precios más baratos, la mundializaciòn contribuye a mantener los precios más bajos.Algunos economistas sólo ven ventajas. Donald Kohn, gobernador de la Reserva Federal, declaraba en un discurso reciente que la tasa de desocupación del 5,1% en los EEUU, "muestra evidentemente que nuestra capacidad de crear empleos adaptados a las necesidades no se ha visto alterada" por la competencia internacional.Otros no son tan optimistas "¿Cómo hacen las empresas estadounidenses para ser competitivas en el marco de la economía mundial?" pregunta Harley Shaiken, un economista de la Universidad de Berkeley en California. "Si la única manera de mantener el atractivo es pagar 10 dólares por hora, existe un peligro mucho más importante que el de Delphi. Estamos ante una sociedad en el que la gente en lugar de entrar en la clase media sale de ella".La elección presidencial del año pasado provocó un debate sobre la globalización y la deslocalización de los empleos, que produjo mucho revuelo pero poco esclarecimiento. Algunos dijeron que el fenómeno había sido exagerado en una economía que crea y elimina millones empleos por año.Otros sostienen que el fenómeno se acrecentará y afectará a millones de empleados.Jared Bernstein, un economista del Instituto de Economía Política ha admitido: "Tal vez estemos buscando en el lugar equivocado".Es posible que se hayan perdido miles de puestos por el auge de los menores costos del empleo en ultramar. Pero lo que no está suficientemente reconocido es que muchos otros millones mantienen sus empleos - o por lo menos un trabajo - aunque haya sido perdiendo la protección social actual o futura.Las historias laborales que presentan las perspectivas más desoladoras ignoran de qué modo podría detenerse este decadente proceso. Léon Fink, redactor de la revista Labour: Studies in Working-Class History of the Americas (Trabajo: estudio de la historia de las clases trabajadoras de los EEUU) ha escrito: "antes existía para el trabajador un nivel básico de protección social, de ahora en más estamos viviendo en un período en que las antiguas reglas crujen".
Pronto, claro, bien. En un momento de crisis informativa, debido a los intereses que inmovilizan a las agencias globales, intentaremos informar sin restricciones, expresarnos con claridad y que la información provista sea útil a nuestros abonados.
jueves, diciembre 22, 2005
lunes, diciembre 05, 2005
Los malos tiempos arderán
Consideraciones sobre los recientes acontecimientos de Francia, y el brillante porvenir del que son heraldos
I. Lo que vamos a decir lo decimos sin ninguna ilusión ni tampoco esperanza, ni sobre su utilidad ni sobre la verdad última de nuestros argumentos. Estamos demasiado lejos de los acontecimientos, tanto física como temporalmente, demasiado lejos, demasiado tarde, como para pretender tener ninguna influencia sobre ellos. Estamos lejos, además, de su propia negación, pues a pesar de que efectivamente compartimos una miseria análoga que se debe a las mismas causas, no es sin embargo igual, ni tiene su misma intensidad. Pero nos animan al menos dos deseos: contribuir, junto con los propios actos y a la luz de los mismos, al esclarecimiento del mundo en el que sobrevivimos, y salir en su defensa, allí donde su acción por muchas razones ejemplar merece ser defendida, contra todas las calumnias y mentiras que se han levantado y se levantarán por los enemigos de afuera y los de adentro, y no porque los insurrectos de Francia necesiten esa defensa,sino porque la necesitamos nosotros, los otros proletarios de tez “blanca” y conciencia desteñida, para desenmarañar el tejido de ficciones que nos encadena paralizando nuestra propia ira y nuestra propia revuelta. No pretendemos tampoco idealizar ni glorificar nada, porque nada debe ser ensalzado en el terreno de la guerra social. Tan mísera es nuestra condición, que el más mínimo triunfalismo es otro clavo más sobre el ataúd material y virtual que nos encierra en la vida diferida. Pero por eso mismo, deseamos seguir permaneciendo a la escucha de cualquier signo que venga de cualquier parte manifestando que ese estado catatónico empieza a romperse. Incluso aun cuando después, aparentemente, el silencio vuelva a reinar en Europa: especialmente en este último caso.
II. Los barrios periféricos de los centros urbanos y económicos franceses han sido los protagonistas de una revuelta que ha puesto en cuestión la razón y la legitimidad de los estamentos y la oligarquía europea. La periferia convertida en lugar de almacenaje, no sólo de mercancías ruinosas sino de seres humanos no menos averiados, ha rebasado la mera condición separada de problema urbanístico. Los revoltosos, con la quema de edificios y coches, expresan lo que es ya un hecho indudable: su imposibilidad de gestionar su propia vida y de controlar su destino, porque su vida se desarrolla en la periferia de todo. La violencia de los revoltosos, de aquellos que juegan al escondite con las fuerzas del orden y cuyo signo distintivo es su rostro cubierto bajo las capuchas, demostró contra qué o quienes se dirigía su rechazo. Tras los ataques contra la policía (que presenció cómo las paredes comenzaban a hablar bajo la frase de “policía de mierda”) rápidamente se dio paso a la destrucción de todo aquello que los situaba, inexorablemente, frente a su realidad como grupo social. Es por esta razón por la que los sociólogos no debieran necesitar mayor investigación que la observación de los restos de la violencia y su resultado. El paisaje de guerra del que tanto hablan los medios no es otra cosa que el programa de la revuelta y las exigencias de los protagonistas, que parecen absurdos e incomprensibles sólo al que se niega a comprender, o ha comprendido demasiado bien (hasta el lavado de cerebro o el colaboracionismo) los razonamientos del poder. Basta con oír a estos chicos que supuestamente no saben ni pensar ni hablar. Así se expresan, por ejemplo, tres jóvenes del barrio 112 de Aubervilliers: “es una desgracia pero no tenemos elección, estamos dispuestos a sacrificarlo todo porque no tenemos nada (…) si un día nos organizamos, tendremos granadas, explosivos, Kaláshnikovs…nos daremos cita en la Bastilla y será la guerra”. Pero esto es lo último que espera la dominación, y por eso se empeña en emborronar un discurso que sin embargo es muy claro: se trata de que, bajo ningún concepto,pueda también llegar a ser contagioso.
III. Supermercados y centros comerciales no son sino los indicadores de la opresión económica y la falta de expectativas por acceder a las cuotas de bienestar anunciadas por republicanos y socialistas. Ante su presencia obscena estalla la constatación diaria de la escasez, del inalcanzable estado de cobertura de necesidades básicas para familias de cinco o seis miembros y un solo sueldo, de tal forma que, ante esta verdad inocultable que se vive radicalmente, la propaganda economicista se declara en quiebra y se hunde cualquier ilusión posibilista de lograr “una vida normal” que ya no existe ni existirá para nadie, igual que no se encuentran alimentos sanos o agua pura. Así, la destrucción de los grandes complejos comerciales y de consumo se transforma en la ética y la estética del rechazo, ya que niega el confort anunciado y, más aún, niega todo un modelo de vida falsificada. Por eso el pueblo francés, bajo un supuesto proyecto y destino común, se levantó el día 27 de octubre con los monstruos que crearon treinta años de políticas de exclusión social, política y económica. En este sentido, la democracia francesa (y el resto de democracias con ella) no está en crisis sino que ha sido negada de facto y por la fuerza de la violencia, y no por la violencia juvenil precisamente, sino por la que se ejerce en su nombre y bajo su coartada todos los días, en todas las dimensiones de la vida, y prácticamente sobre casi toda la población. Sólo cuando tal violencia es devuelta por el espejo de la contestación social, es cuando preocupa al poder y por tanto a la opinión pública. Cuando Sarkozy dice que “por supuesto que hay miseria, racismo, desempleo…pero nada puede justificar la violencia gratuita”, es que para el aprendiz de Thiers, sus congéneres y todos aquellos que todavía le creen, cualquier violencia que se levante contra el racismo, la pobreza, etc, etc…es y será siempre gratuita. Porque el escándalo no lo provoca el espectáculo de la pobreza, sino el estallido de los que la sufren, que inmediatamente se intenta pasar por espectacular para así desacreditarla hasta ante sus posibles cómplices. De esta manera el estado de excepción y emergencia vuelve a retirar el velo democrático de su política hacia los inmigrantes al viejo estilo colonial, como cuando administró con mano de hierro Argelia y sus colonias. En este sentido, hoy, igual que ayer, estamos con los que llamaban a la insumisión frente al gobierno francés, pero concretándolo en lo que ya es asunto de salud pública: el ataque contra el proyecto social francés, contra el proyecto social europeo.
IV. No puede sino considerarse bajo la misma línea la deliberada y obstinada acción destructora contra los centros educativos. Si los coches de segunda mano, los supermercados mal (o bien, según se mire) provistos de comida basura y quincallería barata, y los equipamientos miserables del Estado de bienestar residual son los espejismos paródicos de la abundancia y la prosperidad, los colegios y los institutos son la parodia desencarnada de la igualdad de oportunidades y de la posibilidad de ascenso social que la economía predica para no cumplir. Y el fuego que ha devorado a unos y a otros es la previsible respuesta desencantada y furiosa del que despierta de su encantamiento. “Los chavales de 15 años ven que los que tienen 25 y fueron buenos estudiantes siguen en el paro, viviendo en casa de sus padres y sin futuro”, razonaba uno de esos “irracionales” del barrio de Blanc-Mesnil de Saint-Denis, y en sus palabras encontraremos todas las razones de esa furia sin que haga falta que ningún experto añada ni una sola banalidad de más. Así, negado el futuro a los hijos de los franceses, de los inmigrantes ya legalmente franceses, ante los pasmados rostros de sus mayores, esa población potencialmente escolar que ahora ama la gasolina desprecia el sistema educativo por la misma razón que desprecia al propio Estado francés. Ellos, los bárbaros del proyecto de la “vieja Europa”, han sido estigmatizados como la racaille, es decir, la chusma, la gentuza canalla, y han aceptado ese estigma con el tradicional orgullo de los proscritos: como los “mendigos del mar” en la Holanda rebelde del siglo XVI, como los enragés de 1793 o del Mayo 68, como los punks londinenses de 1977. Ellos, los revoltosos, han recogido el testigo y han declarado que, una vez perdido el miedo a salir a la calle, han decidido pelear hasta el final. “Ha venido todo un representante de la República y nos ha llamado escoria, y lo que nosotros estamos haciendo ahora es exactamente eso, actuar como escoria. Hemos comprendido que es la forma de que nos presten atención”, dice un chaval de 15 años de Saint-Denis; “nos ha lanzado un reto y nosotros lo hemos aceptado”, contesta otro de la misma ciudad. “Puesto que somos escoria, vamos a dar trabajo en la limpieza a este racista. Las palabras hacen más daño que los golpes”, se oye en el barrio 112 de Aubervilliers. Por todas partes, la causa está entendida, todo está dicho y todo está por hacer.
V. Con un exceso de modestia o coquetería, algunos rebeldes de Aubervilliers concedían que “no tenemos palabras para explicar lo que sentimos. Sólo sabemos hablar prendiendo fuego”. Hay que decir cuando menos que tal lenguaje es elocuente y eficaz, y nadie puede pretender que no lo escucha. Sirve además para poner sobre la mesa las cuestiones molestas que nadie se atreve a hacer. Por ejemplo, los disturbios han supuesto la propaganda por el acto del urbanismo capitalista, cuya monstruosidad inhumana ya nadie puede negar, hasta el punto de que por toda Francia se están derribando esas torres de tortura de 14 pisos donde la vida sólo podía asarse a fuego lento. Nadie negará tampoco su eficacia, no sólo como campos de concentración diseñados para aislar a las personas de símismas y de los demás, sino sobre todo en su función de cárceles invisibles de las que sus presidiarios no se atreven a salir, incluso cuando se han amotinado: la aparente falta de decisión de los rebeldes de llevar los disturbios a los centros de las ciudades, allí donde más impúdicos se exhiben los símbolos de la felicidad capitalista, y más determinante es su destrucción, dice mucho del éxito psicogeográfico de las banlieus como sistemas de represión y aislamiento autorregulados.Pero el concepto de banlieu como basurero humano no se entiende sin la basura que contiene en sus límites físicos, sociales y psicológicos, y su estallido ha contribuido a derribar otro de los mitos favoritos de nuestro tiempo, repetido a veces muy imprudentemente por los que se consideran sus enemigos, a saber, que los inmigrantes “son necesarios” y hasta imprescindibles para asegurar el crecimiento económico y enriquecer la aburrida cultura europea, dando esa pizca de color y alegría que tanto gusta a los fanáticos del turismo exótico y del abigarramiento multiculturalista. Pues bien, dejando a un lado la dimensión cínicamente oportunista de tan miserable cálculo, ya estamos viendo para qué necesita el capitalismo a estos inmigrantes, a sus hijos y a sus nietos, qué utilidad quiere dar la economía a estos franceses de tercera generación: ni siquiera se toma la molestia de explotarlos, ya que le salen más baratos sus hermanos de raza que malviven en África o Asia, y el uso masivo de una tecnología que arrasa tanto recursos naturales como biografías humanas. El único enriquecimiento que el orden espera de ellos es el “crecimiento” a una escala cada vez mayor del famoso ejército de reserva de parados, y el “desarrollo” de la panoplia de terrores securitarios con los que atormentar a la población indígena que también vive en la cuerda floja, para que se mantenga disciplinada y bajo las faldas del Estado policial. Esto es de lo que se dan cuenta los rebeldes de los suburbios: los “treinta gloriosos” y los “milagros económicos” de la Europa de la segunda posguerra y sus espejismos de prosperidad, bienestar y justicia social nunca volverán, no hay margen posible bajo el capitalismo bulímico y ecocida para las promesas reformistas de los políticos y de los arbitristas bienpensantes de la progresía. Como decía el joven antes citado del barrio de Blanc-Mesnil, “la mala situación económica hace que por primera vez haya franceses haciendo el trabajo que antes sólo hacíamos los emigrantes”. Por primera…pero no por última. Cuando vemos cómo por todo ese nuevo mundo feliz occidental cierran las fábricas y se adelgazan las plantillas, cuando comprobamos cómo los escasos “afortunados” que logran el ansiado empleo temporal trabajan 10 y 12 horas por todos aquellos que se quedan aparcados en el paro, entonces no queda más remedio que aceptar, y lo mejor para todos nosotros es hacerlo ya y sin excusas, que cuando el poder habla de modelos de integración de los inmigrantes, reinserción social, reactivación de los barrios bajos, y cualquier otra patraña parecida, simplemente está volviendo a vender humo a nuestra costa. Y ese humo es infinitamente más irrespirable y nocivo que el que ha salido de las hogueras que se han prendido en los suburbios. Así por ejemplo, un sociólogo (y encima de origen argelino) cree encontrar la piedra filosofal asegurando que “hay que eliminar los guetos y hacerlo sin complejos. No se trata de rehabilitar estos horribles edificios de hormigón, hay que derribarlos y tener la capacidad para convencer a la gente que vive en ellos de que su futuro será mejor fuera del gueto, dentro de la ciudad y lejos de los suburbios. Los guetos sólo desaparecen de una manera: fundiéndolos con la ciudad”. ¡Nada menos!, porque semejante reforma, que no sería tal sino ruptura revolucionaria con el mundo desfigurado del capital, exigiría la fundición del orden totalitario que diseña, construye y necesita esos guetos, por lo que podemos preguntarnos quién es el ingenuo, si los críos obtusos y embrutecidos de la ciudad dormitorio, o el hábil sociólogo; sea como fuere, mientras que las autoridades deciden si hacen caso o no de tan brillantes perogrulladas, parece que cierta juventud ya está lo suficientemente convencida de que su futuro no está en el suburbio, y por eso ha empezado a destruirlo sin complejos. La lucidez, como la acción, ha cambiado esta vez de bando: se trata ahora de constatar hasta qué punto lo ha hecho y en qué medida se ha transmitido a quienes, por ahora, no se han sumado al combate.
VI. Pero si el bando que debe perder es capaz de mostrar alguna lucidez, aunque sea parcial, aunque se refiera más a lo que se odia que a lo que se desea, entonces hay que neutralizar sus razones y sus actos por todos los medios, anegándolos bajo el consabido tsunami de mentiras y bajezas. Sólo nos ha sorprendido relativamente que algunas de esas infamias provengan de los así llamados revolucionarios, que se rebajan difamando a los revoltosos tachándolos de quemacoches al servicio del Estado y sus estrategias policíacas de provocación y miedo. Sin descender a tanta y tan obvia podredumbre, que parece contentarse con que el oprimido rumie en manso silencio su humillación cotidiana hasta que el lenin de turno (y de bolsillo) dé permiso para iniciar el levantamiento, es necesario discutir otros lugares comunes que, por serlos, alcanzan a un número mucho mayor de personas a las que la dominación desea quitar cualquier tentación de comprensión o simpatía hacia los rebeldes. Es evidente que el espantajo de la violencia es el plato fuerte de cualquier menú que se prepare para tales menesteres de intoxicación ideológica y miedo social. Violencia que, sin embargo, los pocos observadores honestos han reconocido como mucho menos salvaje e indiscriminada de lo que se ha dicho, y ejercida además, en general, con plena conciencia de la gravedad y consecuencias de la misma: “es una desgracia”, admitían los jóvenes deAubervilliers, y como ellos muchos otros, sin rastro de exhibicionismo o crueldad. Nada tiene que ver por otro lado una violencia colectiva y espontánea que se levanta contra la opresión cotidiana que un buen día ya no se soporta más, por muy lamentables y arbitrarios que sean sus daños colaterales, y la violencia sistemática, hobbesiana y gangsteril de las bandas neofeudales y misóginas toleradas (y alentadas) por el poder. Más bien todo lo contrario, pues lo que ha sucedido no es el despliegue habitual de anomia afectiva, sensibilidad descompuesta, agresividad tribal, matonismo chulesco y aburrimiento letal que coexisten junto con otras realidades muy distintas en los suburbios (sería asombroso que en un mundo en ruinas aquellos que sobreviven bajo los más hondos cascotes se mantuvieran absolutamente puros, para mayor sosiego espiritual de los que todavía vegetan en los estratos superiores), miserias que han sido metabolizadas (y banalizadas) como una desgracia natural inevitable por los mismos que tanto se escandalizan ahora, sino el intento de su abolición por la vía práctica del enfrentamiento a cara de perro con el sistema que ha engendrado esas lacras (de las que por cierto nadie está exento) y todas las demás. Es por esta razón que esa violencia, antes tan llevadera, tan irrelevante para los jerarcas de la dominación que no suelen vivir allí (y algo menos para los que la sufren como propina adicional del terror que les administra el Estado y la economía), se revela de repente como intolerable. Por eso el espectáculo se ha regodeado con las imágenes, a veces dolorosas, a veces miserabilistas, de colegios y guarderías quemadas, buscando la empatía fácil y el reflejo condicionado contra los rebeldes, pero se ha cuidado muy mucho de hablar, por ejemplo, de las sucursales bancarias que también han ardido (si no lo han hecho más, es porque hasta los bancos desertan de las banlieus). Por otra parte, no deja de tener cierto interés que los últimos informes judiciales ofrezcan un retrato sociológico de la revuelta en las antípodas de los clichés que se nos quieren vender: entre los primeros encarcelados, hay 562 adultos por 577 menores, y “la mayor parte de estos menores no tenían ningún tipo de ficha policial, estaban escolarizados en centros de formación profesional o incluso realizaban estancias de aprendizaje y no procedían de familias especialmente desestructuradas, ni tampoco polígamas, como se apuntó desde un miembro del gobierno” (El País, 27-11-2005). Según estos datos, si clases peligrosas ha habido en esta revuelta, han sido las de siempre, lo que no impide (ni nos da ni frío ni calor), por supuesto, que aquellos que el poder llama “delincuentes juveniles” aportaran su granito de arena. Pero da la impresión de que aquellas bandas que en efecto atormentan la vida cotidiana de los habitantes de los suburbios (especialmente de las mujeres, bajo el fuego cruzado del integrismo islámico y de la violencia sexual neomachista), no son las que más se han destacado precisamente: quizás porque son antes bien los socios de la policía que sus enemigos. Da lo mismo. “No somos vándalos, somos rebeldes”, intentaban aclarar los de Aubervilliers. Nadie les hará caso: para su desgracia o no, ser rebelde hoy pasa necesariamente por ser también vándalo.
VII. Como era de esperar en una sociedad que adula a la juventud por su “rebeldía” siempre que la consuma virtualmente y no pretenda experimentarla en la realidad, el origen juvenil y adolescente de los protagonistas de la revuelta también está siendo utilizado para desacreditarla. Se insiste así en su infantilismo, expresado no sólo en el absurdo aparente de la destrucción indiscriminada, sino también en el carácter de juego inconsciente y emulación compulsiva que demuestra. A continuación se habla de los juegos de ordenador, de la realidad virtual, de la “generación game-boy”, de los “pobres chavales” autistas que reflejan en su violencia ciega los mecanismos de deshumanización y competitividad que han aprendido de la misma sociedad que les aniquila, porque todo lo explica y a plena satisfacción la playstation maldita, como si sólo los cabecitas negras del arrabal jugaran con esos chismes, o fueran los únicos afectados por su radiación venenosa. Se utilizan de paso las propias palabras de los jóvenes suburbiales, que se quieren entender única y exclusivamente en el sentido que más conviene, cerrando el paso a cualquier otra interpretación que matice o corrija la versión interesada. Pues si es cierto que en estos comportamientos puede haber mucho de la herencia maldita del vacío encarnado en la irresponsabilidad de mercado y en la adicción enfermiza a la ultraviolencia, igual que pueden dar pie a su recuperación bajo la forma mediática y comercializable de nuevos y excitantes deportes de riesgo, no lo es menos que se deben también a otras instancias, y que entroncan con otros árboles genealógicos. En efecto, los desafíos entre las bandas rebeldes para ver quien ofrece los fuegos artificiales más fastuosos a sus vecinos, quemando los trofeos de la riqueza y del poder, pueden venir tanto de la contaminación mediática como ser la gozosa reactualización de la institución del potlach, y, si salvajes son, que se les conceda al menos el derecho de regresión a las viejas y buenas costumbres de los pueblos primitivos, sin ponerles bajo la perpetua sospecha de cretinismo multimedia. Pero fue Fourier quien mejor explicó las virtudes de la sana emulación entre los grupos revolucionarios que se retan en el juego de la subversión, y por una vez que no ha sido la economía quien ha recuperado sus teorías (y poco importa si a Fourier se le lee o no en el gueto: las buenas ideas, si los son, siempre acaban encontrando a quien las confirma en la práctica), no vamos a escandalizarnos…De la misma manera, los expertos aprovechan un comentario de los revoltosos acerca de que prefieren quemar coches en vez de contenedores “porque hacen mucho más ruido”, para reírse de esos jovenzuelos que confunden la realidad prosaica con los efectos especiales de la consola, cuando el principio básico de toda guerrilla que se precie es hacer el mayor daño posible, llamar la máxima atención, con el menor coste en los medios utilizados. En todo caso, y como se ha sugerido ya, no es tan malo que ciertas quimeras del inconsciente colectivo, que a veces se cuelan por la pantalla aparentemente más banal en la forma del rap o de la mitología degradada de Matrix, empiecen a materializarse en la calle, especialmente si se trata de los fantasmas de la subversión. ¿Acaso lo imaginario no era lo que tendía a ser real?
VIII. Sin duda es mucho más perniciosa esa mala reputación que acusa a los jóvenes de estar separados de sus padres y de las generaciones adultas, y a todos los negros y magrebíes de estarlo respecto a sus vecinos blancos. Respecto a lo primero, se ha puesto en primer plano la angustia de la joven madre soltera ante la guardería quemada, o la del trabajador ante el utilitario abrasado, imprescindible para su supervivencia. Hay que entender tal angustia y tal desesperación en unas gentes que los golpes han moldeado demasiado bien, y que por una intuición muchas veces acertada sólo esperan del acontecimiento nuevo lo malo de siempre. Pero teniendo razones, la razón decisiva no está de su lado sino de sus hijos, pues aunque dolor cause, pretende terminar con el dolor y con sus causas. En este sentido, como en la Intifada palestina de los años 80 o el levantamiento antirracista del Soweto de 1976, la revuelta lo ha sido tanto contra los padres como contra el Estado, el racismo y la economía, en cuanto que los adolescentes rabiosos han hecho lo que las generaciones anteriores, en su gran mayoría, no se atrevieron o no pudieron hacer. Así, cuando se habla del déficit de autoridad de los cabezas de familia “porque no llevan un sueldo a casa”, no se cita otro tipo de respeto, tan importante o más que el anterior: el que nace de la resistencia cotidiana a la opresión, que, aun desde la derrota, se transmite a los hijos como el mejor ejemplo que se puede dar en la vida. Hay aquí un desgarro generacional que no puede satisfacernos, puesto que su mantenimiento y exacerbación conviene, sobre todo, al sistema que lo ha hecho nacer; pero es un desgarro del que en último término estos adolescentes no tienen la culpa, más bien son su producto y, tal vez, su solución, a poco que tal brecha se colme y la ira con ella. Por otro lado, sería verdaderamente sorprendente que los medios de comunicación dieran voz a los vecinos que sí puedan estar de acuerdo, en mayor o menor grado, con la revuelta de sus hijos; al contrario, siempre enfocarán al que se queja y no comprende tanta furia desatada. Sin embargo, como en todas las revueltas de este tipo, esas complicidades existen, y no hay mejor ejemplo que la ridícula concentración “por el fin de la violencia y la discriminación” convocada el día 11 de octubre por Banlieues Respects, “un colectivo de 165 asociaciones sociales de los barrios de las periferias de las grandes ciudades francesas”. Como un periódico tuvo que admitir con desgana, tal demostración de fuerza de la mayoría silenciosa, adulta y reformista de las banlieu atrajo a…”no más de 300 personas, de los cuales una buena parte eran miembros de los medios de comunicación, y pocos los que habían viajado desde las zonas que han sufrido la violencia de estas dos últimas semanas”. La anunciada Marcha de la Paz que debía seguir a esta concentración “fue anulada”. Sobran los comentarios.
IX. Podríamos decir algo parecido respecto a los que rebuznan que esta revuelta sólo es la expresión de las tribus negras y árabes, sin relación posible con los proletarios franceses de pura cepa y sus “luchas”, y que por lo tanto está aislada y no puede tener trascendencia alguna. En realidad, como en la rebelión de Los Ángeles de 1992, o en los disturbiosde Brixton de 1981, los jóvenes blancos perdedores se han sumado a la rebelión con tanto ímpetu como sus hermanos de otro color, mal que les pese a Le Pen, a los islamistas y al Estado, que medran por igual de las separaciones étnicas artificiales y sólo temen que puedan disolverse primero para disolver después el chantaje económico. Y así a veces, las buenas noticias son tan buenas que ni el espectáculo puede ocultarlas por completo. “El perfil sociológico de los detenidos corresponde a la población de los suburbios: abundan los jóvenes hijos de emigrantes, pero también los apellidos estrictamente franceses, los cabellos rubios y los ojos claros”, reconocía con no menos desgana el mismo periódico. No es otra cosa la que se escucha en los arrabales. “Los alborotadores son magrebíes y subsaharianos, pero también franceses de toda la vida que, hartos de tanta injusticia, salen a la calle; en este barrio todos sufrimos la injusticia”, se dice en la banlieu de Toulouse, como se podría decir en cualquier otra parte donde reine la miseria pero todavía no la resignación. Lo mismo valdría para la tan cacareada inspiración islamista de los disturbios: ninguna prueba lo confirma, y los insurrectos se han cansado de desmentirlo con sus palabras (“nadie nos controla, ni los caids de la droga ni los imanes islamistas”) y con sus actos (no haciendo ningún caso de los llamamientos a la calma de las mezquitas y sus fatuas adormecedoras al mejor estilo de los estalinistas de antaño). Pero lo que importa es negar la evidencia y, mejor aún, suprimir las palabras del suburbio y su sentido: éstos que son invisibles, que no importan, tampoco tienen por qué hablar y mucho menos ser oídos. Ni entendidos.
X. Al mismo tiempo que los modernos proletarios de Europa jugaban con fuego y “se quemaban”, en Asturias varios mineros se encerraban en protesta por sus condiciones laborales y de vida. Estos hechos visualizan la evolución del concepto de clase y de la conciencia de la explotación por parte de los derrotados. Vieja y nueva clase toman su relevo y adelantan lo que será una realidad en unos cuantos años en todo el continente. Pero en este baile, los bailarines se mezclan formándose parejas inesperadas y prometedoras: si ponemos en relación la negatividad de los motines que nos es vendida como suicida, nihilista y enloquecida, con otros conflictos sociales que sólo merecen ese nombre porque comparten la misma desesperación, empezaremos a ver más claro. En efecto, más allá de que provengan de una misma opresión, no tiene mucho sentido relacionar las actuales revueltas con las huelgas generales de aquí o de allá, las marchas de parados o las performances reivindicativas de los tunos de Bellas Artes: mejor hacerlo con conflictos como el de la fábrica de Cellatex en julio de 2000,donde los trabajadores amenazados de despido amenazaron a su vez con volar la fábrica y los productos químicos que albergaba si no se les daba una salida mínimamente digna, arrojando al río un poco de sosa cáustica y de ácido sulfúrico para demostrar que la pantomima no era su fuerte, excelente ejemplo que fue seguido por los obreros de la Moulinex de Cormelles (que incendiaron parte de las instalaciones) o los de la fábrica de cerveza alsaciana de Adelshoffen (que se aprovisionaron de bombonas de gas por si acaso), por no citar sino los conflictos más famosos de una reacción en cadena de “terrorismo social” (como lo llama el siniestro European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, ellos saben por qué) animada por el “síndrome Cellatex” en el verano de 2000, y que se prolongará al año siguiente en las factorías textiles de la firma Mossley con la quema de máquinas, mercancías y oficinas. También los periódicos (y los ecologistas orgánicos y losrevolucionarios del Régimen) hablaron en estos casos de suicidio, nihilismo, locura, como lo hacen siempre que se encuentran con lo incontrolable que hoy, por desgracia, tiene que presentarse con tan oscuros títulos para serlo de verdad. Las mismas acusaciones se lanzan, por ahora en Francia o Inglaterra y muy pronto por todas partes, contra esos nuevos obreros salidos de los suburbios, malos estudiantes ayer y peores trabajadores ahora, que no contentos con escaquearse todo lo que pueden escuchando y bailando música, bebiendo vino o hablando por el móvil, saltan sin previo aviso e “irracionalmente” a la mínima provocación de sus capataces, sin dudar en recurrir a la violencia y sin pararse a pensar en las obvias consecuencias de despido y, si las cosas han ido demasiado lejos, cárcel (1). No discutiremos que tal negatividad sea a su vez reflejo de la negación de la vida que practica el capitalismo, y que en sí es insuficiente. Pero nos interesa señalar que existe, y que existe fuera de todo cálculo y de toda razón, especialmente de la Razón de Estado (2), y que es en esa existencia y no en otra parte donde podrán encontrarse, si lo hacen, las diferentes revueltas, los verdaderos deseos, las nuevas utopías. Por nuestra parte, y para empezar, sólo podemos volver a decir que no será el miedo a caer en la ingenuidad el que nos haga bajar tales banderas.
XI. La cantinela mediática gusta también de mostrar un hipócrita asombro ante la destrucción “gratuita” (¿ahora también hay que pagar para participar en un levantamiento?) de los mismos barrios y propiedades de los alborotadores, calamidad incomprensible propia de estos tiempos desnortados. Se dice además que esta destrucción ciega es inédita en la historia, que nada parecido había pasado antes en ninguna revuelta, y menos en una revolución; y que este dato vuelve a demostrar el carácter alienado y alienante de estos desenfrenos de furia baldía, buena para nadie, si no lo es para la dominación que en última instancia, quién si no, ha teledirigido los acontecimientos. Dejando a un lado las consideraciones que ya hemos apuntado sobre el valor de uso real de esos barrios y esas propiedades, así como del problema de la violencia que el poder llama irracional porque no es suya, habría que preguntarse ahora dónde está esa supuesta novedad histórica en el comportamiento de estos nuevos bárbaros, novedad que les descalificaría irremisiblemente ante el recuerdo de otros bárbaros que, si lo eran, eran bárbaros ilustrados, homologados, diríamos que de pata negra para esos buenos conoisseurs universitarios aficionados a la Historia Social que se deleitan con las luchas pasadas para aborrecer las actuales y, sobre todo, las futuras. Porque, ¿cómo se comportaban acaso los rebeldes de Los Ángeles de 1992? ¿Y los de Brixton, Toxteth, Lyon o Marsella en 1981? ¿Y los vecinos rabiosos del barrio de Watts de L. A. en 1965? ¿Y los de los guetos del Johannesburgo de los tiempos del apartheid? ¿Y las mil y una batallas de la guerra civil perpetua que se libra en las villas miserias, favelas y bidonvilles de todo el tercer mundo, del caracazo de 1989 al estallido de la Argentina de diciembre de 2001? ¿Y las mismas sufragistas de principios del siglo XX, burguesas que destruían escaparates y mercancías burguesas en nombre de unos derechos –que fueran limitados es otra cuestión- que la burguesía patriarcal no quería reconocer? Y esto por no hablar de otros movimientos que tenían las ideas más claras, la sangre más caliente y los puños más prontos. No hay nada nuevo en estos furores: los marginados suelen empezar por destruir el decorado deprimente e insoportable de su marginación, iniciando de paso la reapropiación urgente de los bienes de primera necesidad por la vía del saqueo y del pillaje, lo que siempre es muy bueno, aunque no acierten después a destruir todo lo demás, lo que sería mucho mejor.
XII. Lo que dice esta gente tampoco resulta desconocido. “No queremos dialogar con el gobierno; nuestros padres, nuestras familias ya han recibido demasiados abusos tras sus discursos. El diálogo se ha roto definitivamente, no penséis en adormecernos. No podréis manipularnos, a pesar de la utilización de imanes y portavoces que empujáis a que hagan llamamientos a la calma (...) La sociedad nos ha creado, lo que prueba que esta civilización corre a su pérdida. No tenemos nada que perder, preferimos morir rodeados de sangre que de mierda”, aclaraba un panfleto firmado por unos “Combatientes de la revuelta del 93”, y esas palabras se han pronunciado en otras bocas y en otros tiempos y lugares (3): por ejemplo y para no ser reiterativos, este mismo año en Nueva Orleáns, donde otra “canalla”, por razones distintas pero no tanto, también saqueó. No vamos a caer en la adulación y en la tentación de afirmar que estas palabras y estos actos constituyan el único programa revolucionario posible. Todo lo contrario: quizás sea el que más se equivoca, precisamente por ser el más radical. Pero es que la guerra social hoy es así: fea, vulgar, equívoca, tan convulsiva como episódica, lastrada por mil adulteraciones del abyecto espíritu de la época, y seguramente condenada al fracaso, una y otra vez. Sin embargo, más allá de cualquier aprobación o condena teórica, práctica, moral, estética o pret-a-porter, es la guerra social que nos ha tocado vivir en el peor de los mundos posibles, porque es el que menos opciones da y dará para su hipotética superación. Negar una revuelta que pasará a la historia como la primera gran toma de conciencia en Europa por parte de sus nuevos explotados, que ha obligado al Estado a tomar medidas de excepción que no se adoptaron ni en el mayo 68 (decisión que, no lo dudemos, nunca agrada al poder en cuanto que permite atisbar que no está tan seguro de sí mismo y que le castañean los dientes al primer atisbo de enfrentamiento serio), que se ha contagiado a otros países, que no va a desaparecer tan fácilmente de la memoria de los insurrectos por mucho que se empeñe el espectáculo, y que ni siquiera ha terminado sino que se ha transformado en una revuelta de baja intensidad, negar su cualidad radical porque hay platos rotos, o porque falta programa, programa, programa, o porque no se aprecian sus frutos inmediatos, o porque tenga efectos “contraproducentes” cuando lo verdaderamente contraproducente es que se extinga la idea misma y la práctica real de la revuelta, es falsificar el problema en vez de ayudar a su resolución.
La revuelta ha llegado, y lo ha hecho para quedarse. Los inmigrantes, y con ellos todos los proletarios que a base de sangre, sudor y lágrimas reaprenden que lo son, han pasado de dar las gracias a exigir su derecho a vivir. Por todos los medios necesarios. El dilema es bien sencillo y ya se planteó en 1977: ¿Te haces con la situación o acatas órdenes? ¿Vas hacia atrás o vas hacia delante?
NOTAS
1. Hasta tal punto ha llegado la “falta de respeto” y la ingobernabilidad de estos trabajadores sauvageons (salvajes, insociables) salidos de las banlieus, que se ha propagado una ola de depresiones y bajas laborales entre los jefes de personal y de recursos (in)humanos. El síndrome de la enfermedad vergonzosa, la llaman, porque ningún directivo quiere reconocer que ahora, por una vez y para que sirva de precedente, es él el maltratado en vez del maltratador. Un detallado análisis de tan delicioso fenómeno puede ser leído en Echanges nº 99, invierno 2001-2002: Cuando las empresas buscaban asalariados “honestos y manejables”, H. S.
2. Debería ser innecesario contestar a los reprimidos y a los tristes que sólo ven en las revueltas única y exclusivamente las maniobras del poder, que se serviría de ellas para dirimir rencillas dentro del gobierno francés, facilitar el control parapolicial de mafias y mullahs, o incluso hasta para lanzar un Plan Renove más grosero de lo habitual. Maniobras hay, y para todos los gustos. Pero también acción autónoma de los resentidos con causa, porque de ninguna manera toda reacción popular está ya prevista y descontada por el poder. Tal apriorismo significaría, como decía el Grupo Surrealista de Chicago ante parecidas acusaciones en los días del levantamiento de Los Ángeles, “reducir a las masas al estado de meros objetos de la historia, víctimas inevitables de una autoridad omnipotente” (Tres días que estremecieron el nuevo orden mundial, 1992). Puede que así lo sean a veces, pero no siempre, ni totalmente. Por eso se rebelan: ese es el único sentido de la historia que todavía les queda, y es que, en materia de rebelión, ninguno de ellos necesita antepasados. No es poco: si a los insurrectos les falta tal vez teoría revolucionaria (y a quién no), les sobra en cambio, como a sus camaradas de Los Ángeles, una nueva conciencia radical que no admite recuperación posible.
3. “Para el poder y los que piensan como él, los saqueadores del 1 de diciembre no se oponían a nada, puesto que nada reivindicaban (…) Y en efecto, si no han rechazado nada en particular es porque rechazan todo lo que emana del pútrido orden mercantil, amo y señor de todo lo que existe. Los amotinados habían abandonado toda consigna particular y plasmaron en la fachada del edificio saqueado el programa que habían esbozado sobre el terreno: “Muerte al Kapital” (Defensa incondicional de los vándalos del 1 de diciembre, diciembre de 1988, Unos Caníbales). “Algunos imbéciles afirman que la juventud de hoy no tiene que rebelarse, sino integrarse. ¿Integrarse a qué? ¿A un barco que ha naufragado? ¿Al comercio polucionante que llamamos economía? ¿A esta película inconsistente donde el aburrimiento lujoso de una minoría prospera sobre la opresión real de la mayoría de la humanidad que llamamos sociedad moderna? En esto consiste el equilibrio: en la domesticación de los seres humanos” (Volcán de otoño, diciembre de 1986, Marie-Jeanne).“Provocadores, anarquistas, comunistas, punks, rojos, heavys, mods, rockers, macarras y sinvergüenzas, toda esa fauna nos concentramos allí, no sólo por reivindicaciones estudiantiles, sino porque también estamos hartos del paro, de la mili, de la democracia burguesa, de la represión policial, de las cárceles (…) Y es que está muy claro: no hay futuro para nosotros. La violencia estatal genera violencia en la calle. Si se desata nuestra violencia es porque tenemos que sufrir la violencia social día a día. No se extrañen, pues, del vandalismo de los jóvenes. Cabría preguntarse quien es el más vándalo aquí, si nosotros o el sistema en el que, por desgracia, nos ha tocado vivir. Que no digan que la violencia nunca está justificada, porque en nuestro ambiente la violencia es obligada” (declaraciones de un joven “provocador” a El País, citado por Miguel Amorós en Informe sobre el movimiento estudiantil, 1987). “No tenemos ningún porvenir que pueda calmarnos. Nos quieren carne de fábrica o carne de prisión: y no queremos ser ni la una ni la otra. Escandalizamos, porque no tenemos ningún fin positivo cuya satisfacción pudieran administrar nuestros enemigos. Somos totalmente negativos, y ahí reside nuestra fuerza” (Expedición sin retorno, otoño de 1981, Les fossoyeurs du viex monde). Releyendo estas declaraciones, tan similares a las de hoy, que se escribieron y dijeron en otras épocas y respecto a otros conflictos (un motín en Zaragoza que desbordó la campaña de preparación de la huelga general del 14-D de 1988, las manifestaciones estudiantiles francesas de 1986 y españolas del año siguiente, las revueltas inglesas y francesas de 1981), hay que reconocer que los insurrectos de 2005 no viven completamente sumergidos en el vacío de la memoria histórica del que se ha hablado (y que en efecto existe), ni han olvidado las viejas verdades antipolíticas de la guerra social: al menos, saben recordarlas por intuición, o las redescubren en la calle por necesidad. Los dos procesos suelen actuar unidos.
Manifiesto colectivo:
Grupo Surrealista de MadridColectivo de Trabajadores Culturales La Felguera (Madrid-Tenerife)Oxígeno (Logroño)Las malas compañías de Durruti (Logroño-Zaragoza)Fahrenheit 451 (Madrid)
Publicado originalmente en: Kaos en la red http://www.esfazil.com/kaos/
I. Lo que vamos a decir lo decimos sin ninguna ilusión ni tampoco esperanza, ni sobre su utilidad ni sobre la verdad última de nuestros argumentos. Estamos demasiado lejos de los acontecimientos, tanto física como temporalmente, demasiado lejos, demasiado tarde, como para pretender tener ninguna influencia sobre ellos. Estamos lejos, además, de su propia negación, pues a pesar de que efectivamente compartimos una miseria análoga que se debe a las mismas causas, no es sin embargo igual, ni tiene su misma intensidad. Pero nos animan al menos dos deseos: contribuir, junto con los propios actos y a la luz de los mismos, al esclarecimiento del mundo en el que sobrevivimos, y salir en su defensa, allí donde su acción por muchas razones ejemplar merece ser defendida, contra todas las calumnias y mentiras que se han levantado y se levantarán por los enemigos de afuera y los de adentro, y no porque los insurrectos de Francia necesiten esa defensa,sino porque la necesitamos nosotros, los otros proletarios de tez “blanca” y conciencia desteñida, para desenmarañar el tejido de ficciones que nos encadena paralizando nuestra propia ira y nuestra propia revuelta. No pretendemos tampoco idealizar ni glorificar nada, porque nada debe ser ensalzado en el terreno de la guerra social. Tan mísera es nuestra condición, que el más mínimo triunfalismo es otro clavo más sobre el ataúd material y virtual que nos encierra en la vida diferida. Pero por eso mismo, deseamos seguir permaneciendo a la escucha de cualquier signo que venga de cualquier parte manifestando que ese estado catatónico empieza a romperse. Incluso aun cuando después, aparentemente, el silencio vuelva a reinar en Europa: especialmente en este último caso.
II. Los barrios periféricos de los centros urbanos y económicos franceses han sido los protagonistas de una revuelta que ha puesto en cuestión la razón y la legitimidad de los estamentos y la oligarquía europea. La periferia convertida en lugar de almacenaje, no sólo de mercancías ruinosas sino de seres humanos no menos averiados, ha rebasado la mera condición separada de problema urbanístico. Los revoltosos, con la quema de edificios y coches, expresan lo que es ya un hecho indudable: su imposibilidad de gestionar su propia vida y de controlar su destino, porque su vida se desarrolla en la periferia de todo. La violencia de los revoltosos, de aquellos que juegan al escondite con las fuerzas del orden y cuyo signo distintivo es su rostro cubierto bajo las capuchas, demostró contra qué o quienes se dirigía su rechazo. Tras los ataques contra la policía (que presenció cómo las paredes comenzaban a hablar bajo la frase de “policía de mierda”) rápidamente se dio paso a la destrucción de todo aquello que los situaba, inexorablemente, frente a su realidad como grupo social. Es por esta razón por la que los sociólogos no debieran necesitar mayor investigación que la observación de los restos de la violencia y su resultado. El paisaje de guerra del que tanto hablan los medios no es otra cosa que el programa de la revuelta y las exigencias de los protagonistas, que parecen absurdos e incomprensibles sólo al que se niega a comprender, o ha comprendido demasiado bien (hasta el lavado de cerebro o el colaboracionismo) los razonamientos del poder. Basta con oír a estos chicos que supuestamente no saben ni pensar ni hablar. Así se expresan, por ejemplo, tres jóvenes del barrio 112 de Aubervilliers: “es una desgracia pero no tenemos elección, estamos dispuestos a sacrificarlo todo porque no tenemos nada (…) si un día nos organizamos, tendremos granadas, explosivos, Kaláshnikovs…nos daremos cita en la Bastilla y será la guerra”. Pero esto es lo último que espera la dominación, y por eso se empeña en emborronar un discurso que sin embargo es muy claro: se trata de que, bajo ningún concepto,pueda también llegar a ser contagioso.
III. Supermercados y centros comerciales no son sino los indicadores de la opresión económica y la falta de expectativas por acceder a las cuotas de bienestar anunciadas por republicanos y socialistas. Ante su presencia obscena estalla la constatación diaria de la escasez, del inalcanzable estado de cobertura de necesidades básicas para familias de cinco o seis miembros y un solo sueldo, de tal forma que, ante esta verdad inocultable que se vive radicalmente, la propaganda economicista se declara en quiebra y se hunde cualquier ilusión posibilista de lograr “una vida normal” que ya no existe ni existirá para nadie, igual que no se encuentran alimentos sanos o agua pura. Así, la destrucción de los grandes complejos comerciales y de consumo se transforma en la ética y la estética del rechazo, ya que niega el confort anunciado y, más aún, niega todo un modelo de vida falsificada. Por eso el pueblo francés, bajo un supuesto proyecto y destino común, se levantó el día 27 de octubre con los monstruos que crearon treinta años de políticas de exclusión social, política y económica. En este sentido, la democracia francesa (y el resto de democracias con ella) no está en crisis sino que ha sido negada de facto y por la fuerza de la violencia, y no por la violencia juvenil precisamente, sino por la que se ejerce en su nombre y bajo su coartada todos los días, en todas las dimensiones de la vida, y prácticamente sobre casi toda la población. Sólo cuando tal violencia es devuelta por el espejo de la contestación social, es cuando preocupa al poder y por tanto a la opinión pública. Cuando Sarkozy dice que “por supuesto que hay miseria, racismo, desempleo…pero nada puede justificar la violencia gratuita”, es que para el aprendiz de Thiers, sus congéneres y todos aquellos que todavía le creen, cualquier violencia que se levante contra el racismo, la pobreza, etc, etc…es y será siempre gratuita. Porque el escándalo no lo provoca el espectáculo de la pobreza, sino el estallido de los que la sufren, que inmediatamente se intenta pasar por espectacular para así desacreditarla hasta ante sus posibles cómplices. De esta manera el estado de excepción y emergencia vuelve a retirar el velo democrático de su política hacia los inmigrantes al viejo estilo colonial, como cuando administró con mano de hierro Argelia y sus colonias. En este sentido, hoy, igual que ayer, estamos con los que llamaban a la insumisión frente al gobierno francés, pero concretándolo en lo que ya es asunto de salud pública: el ataque contra el proyecto social francés, contra el proyecto social europeo.
IV. No puede sino considerarse bajo la misma línea la deliberada y obstinada acción destructora contra los centros educativos. Si los coches de segunda mano, los supermercados mal (o bien, según se mire) provistos de comida basura y quincallería barata, y los equipamientos miserables del Estado de bienestar residual son los espejismos paródicos de la abundancia y la prosperidad, los colegios y los institutos son la parodia desencarnada de la igualdad de oportunidades y de la posibilidad de ascenso social que la economía predica para no cumplir. Y el fuego que ha devorado a unos y a otros es la previsible respuesta desencantada y furiosa del que despierta de su encantamiento. “Los chavales de 15 años ven que los que tienen 25 y fueron buenos estudiantes siguen en el paro, viviendo en casa de sus padres y sin futuro”, razonaba uno de esos “irracionales” del barrio de Blanc-Mesnil de Saint-Denis, y en sus palabras encontraremos todas las razones de esa furia sin que haga falta que ningún experto añada ni una sola banalidad de más. Así, negado el futuro a los hijos de los franceses, de los inmigrantes ya legalmente franceses, ante los pasmados rostros de sus mayores, esa población potencialmente escolar que ahora ama la gasolina desprecia el sistema educativo por la misma razón que desprecia al propio Estado francés. Ellos, los bárbaros del proyecto de la “vieja Europa”, han sido estigmatizados como la racaille, es decir, la chusma, la gentuza canalla, y han aceptado ese estigma con el tradicional orgullo de los proscritos: como los “mendigos del mar” en la Holanda rebelde del siglo XVI, como los enragés de 1793 o del Mayo 68, como los punks londinenses de 1977. Ellos, los revoltosos, han recogido el testigo y han declarado que, una vez perdido el miedo a salir a la calle, han decidido pelear hasta el final. “Ha venido todo un representante de la República y nos ha llamado escoria, y lo que nosotros estamos haciendo ahora es exactamente eso, actuar como escoria. Hemos comprendido que es la forma de que nos presten atención”, dice un chaval de 15 años de Saint-Denis; “nos ha lanzado un reto y nosotros lo hemos aceptado”, contesta otro de la misma ciudad. “Puesto que somos escoria, vamos a dar trabajo en la limpieza a este racista. Las palabras hacen más daño que los golpes”, se oye en el barrio 112 de Aubervilliers. Por todas partes, la causa está entendida, todo está dicho y todo está por hacer.
V. Con un exceso de modestia o coquetería, algunos rebeldes de Aubervilliers concedían que “no tenemos palabras para explicar lo que sentimos. Sólo sabemos hablar prendiendo fuego”. Hay que decir cuando menos que tal lenguaje es elocuente y eficaz, y nadie puede pretender que no lo escucha. Sirve además para poner sobre la mesa las cuestiones molestas que nadie se atreve a hacer. Por ejemplo, los disturbios han supuesto la propaganda por el acto del urbanismo capitalista, cuya monstruosidad inhumana ya nadie puede negar, hasta el punto de que por toda Francia se están derribando esas torres de tortura de 14 pisos donde la vida sólo podía asarse a fuego lento. Nadie negará tampoco su eficacia, no sólo como campos de concentración diseñados para aislar a las personas de símismas y de los demás, sino sobre todo en su función de cárceles invisibles de las que sus presidiarios no se atreven a salir, incluso cuando se han amotinado: la aparente falta de decisión de los rebeldes de llevar los disturbios a los centros de las ciudades, allí donde más impúdicos se exhiben los símbolos de la felicidad capitalista, y más determinante es su destrucción, dice mucho del éxito psicogeográfico de las banlieus como sistemas de represión y aislamiento autorregulados.Pero el concepto de banlieu como basurero humano no se entiende sin la basura que contiene en sus límites físicos, sociales y psicológicos, y su estallido ha contribuido a derribar otro de los mitos favoritos de nuestro tiempo, repetido a veces muy imprudentemente por los que se consideran sus enemigos, a saber, que los inmigrantes “son necesarios” y hasta imprescindibles para asegurar el crecimiento económico y enriquecer la aburrida cultura europea, dando esa pizca de color y alegría que tanto gusta a los fanáticos del turismo exótico y del abigarramiento multiculturalista. Pues bien, dejando a un lado la dimensión cínicamente oportunista de tan miserable cálculo, ya estamos viendo para qué necesita el capitalismo a estos inmigrantes, a sus hijos y a sus nietos, qué utilidad quiere dar la economía a estos franceses de tercera generación: ni siquiera se toma la molestia de explotarlos, ya que le salen más baratos sus hermanos de raza que malviven en África o Asia, y el uso masivo de una tecnología que arrasa tanto recursos naturales como biografías humanas. El único enriquecimiento que el orden espera de ellos es el “crecimiento” a una escala cada vez mayor del famoso ejército de reserva de parados, y el “desarrollo” de la panoplia de terrores securitarios con los que atormentar a la población indígena que también vive en la cuerda floja, para que se mantenga disciplinada y bajo las faldas del Estado policial. Esto es de lo que se dan cuenta los rebeldes de los suburbios: los “treinta gloriosos” y los “milagros económicos” de la Europa de la segunda posguerra y sus espejismos de prosperidad, bienestar y justicia social nunca volverán, no hay margen posible bajo el capitalismo bulímico y ecocida para las promesas reformistas de los políticos y de los arbitristas bienpensantes de la progresía. Como decía el joven antes citado del barrio de Blanc-Mesnil, “la mala situación económica hace que por primera vez haya franceses haciendo el trabajo que antes sólo hacíamos los emigrantes”. Por primera…pero no por última. Cuando vemos cómo por todo ese nuevo mundo feliz occidental cierran las fábricas y se adelgazan las plantillas, cuando comprobamos cómo los escasos “afortunados” que logran el ansiado empleo temporal trabajan 10 y 12 horas por todos aquellos que se quedan aparcados en el paro, entonces no queda más remedio que aceptar, y lo mejor para todos nosotros es hacerlo ya y sin excusas, que cuando el poder habla de modelos de integración de los inmigrantes, reinserción social, reactivación de los barrios bajos, y cualquier otra patraña parecida, simplemente está volviendo a vender humo a nuestra costa. Y ese humo es infinitamente más irrespirable y nocivo que el que ha salido de las hogueras que se han prendido en los suburbios. Así por ejemplo, un sociólogo (y encima de origen argelino) cree encontrar la piedra filosofal asegurando que “hay que eliminar los guetos y hacerlo sin complejos. No se trata de rehabilitar estos horribles edificios de hormigón, hay que derribarlos y tener la capacidad para convencer a la gente que vive en ellos de que su futuro será mejor fuera del gueto, dentro de la ciudad y lejos de los suburbios. Los guetos sólo desaparecen de una manera: fundiéndolos con la ciudad”. ¡Nada menos!, porque semejante reforma, que no sería tal sino ruptura revolucionaria con el mundo desfigurado del capital, exigiría la fundición del orden totalitario que diseña, construye y necesita esos guetos, por lo que podemos preguntarnos quién es el ingenuo, si los críos obtusos y embrutecidos de la ciudad dormitorio, o el hábil sociólogo; sea como fuere, mientras que las autoridades deciden si hacen caso o no de tan brillantes perogrulladas, parece que cierta juventud ya está lo suficientemente convencida de que su futuro no está en el suburbio, y por eso ha empezado a destruirlo sin complejos. La lucidez, como la acción, ha cambiado esta vez de bando: se trata ahora de constatar hasta qué punto lo ha hecho y en qué medida se ha transmitido a quienes, por ahora, no se han sumado al combate.
VI. Pero si el bando que debe perder es capaz de mostrar alguna lucidez, aunque sea parcial, aunque se refiera más a lo que se odia que a lo que se desea, entonces hay que neutralizar sus razones y sus actos por todos los medios, anegándolos bajo el consabido tsunami de mentiras y bajezas. Sólo nos ha sorprendido relativamente que algunas de esas infamias provengan de los así llamados revolucionarios, que se rebajan difamando a los revoltosos tachándolos de quemacoches al servicio del Estado y sus estrategias policíacas de provocación y miedo. Sin descender a tanta y tan obvia podredumbre, que parece contentarse con que el oprimido rumie en manso silencio su humillación cotidiana hasta que el lenin de turno (y de bolsillo) dé permiso para iniciar el levantamiento, es necesario discutir otros lugares comunes que, por serlos, alcanzan a un número mucho mayor de personas a las que la dominación desea quitar cualquier tentación de comprensión o simpatía hacia los rebeldes. Es evidente que el espantajo de la violencia es el plato fuerte de cualquier menú que se prepare para tales menesteres de intoxicación ideológica y miedo social. Violencia que, sin embargo, los pocos observadores honestos han reconocido como mucho menos salvaje e indiscriminada de lo que se ha dicho, y ejercida además, en general, con plena conciencia de la gravedad y consecuencias de la misma: “es una desgracia”, admitían los jóvenes deAubervilliers, y como ellos muchos otros, sin rastro de exhibicionismo o crueldad. Nada tiene que ver por otro lado una violencia colectiva y espontánea que se levanta contra la opresión cotidiana que un buen día ya no se soporta más, por muy lamentables y arbitrarios que sean sus daños colaterales, y la violencia sistemática, hobbesiana y gangsteril de las bandas neofeudales y misóginas toleradas (y alentadas) por el poder. Más bien todo lo contrario, pues lo que ha sucedido no es el despliegue habitual de anomia afectiva, sensibilidad descompuesta, agresividad tribal, matonismo chulesco y aburrimiento letal que coexisten junto con otras realidades muy distintas en los suburbios (sería asombroso que en un mundo en ruinas aquellos que sobreviven bajo los más hondos cascotes se mantuvieran absolutamente puros, para mayor sosiego espiritual de los que todavía vegetan en los estratos superiores), miserias que han sido metabolizadas (y banalizadas) como una desgracia natural inevitable por los mismos que tanto se escandalizan ahora, sino el intento de su abolición por la vía práctica del enfrentamiento a cara de perro con el sistema que ha engendrado esas lacras (de las que por cierto nadie está exento) y todas las demás. Es por esta razón que esa violencia, antes tan llevadera, tan irrelevante para los jerarcas de la dominación que no suelen vivir allí (y algo menos para los que la sufren como propina adicional del terror que les administra el Estado y la economía), se revela de repente como intolerable. Por eso el espectáculo se ha regodeado con las imágenes, a veces dolorosas, a veces miserabilistas, de colegios y guarderías quemadas, buscando la empatía fácil y el reflejo condicionado contra los rebeldes, pero se ha cuidado muy mucho de hablar, por ejemplo, de las sucursales bancarias que también han ardido (si no lo han hecho más, es porque hasta los bancos desertan de las banlieus). Por otra parte, no deja de tener cierto interés que los últimos informes judiciales ofrezcan un retrato sociológico de la revuelta en las antípodas de los clichés que se nos quieren vender: entre los primeros encarcelados, hay 562 adultos por 577 menores, y “la mayor parte de estos menores no tenían ningún tipo de ficha policial, estaban escolarizados en centros de formación profesional o incluso realizaban estancias de aprendizaje y no procedían de familias especialmente desestructuradas, ni tampoco polígamas, como se apuntó desde un miembro del gobierno” (El País, 27-11-2005). Según estos datos, si clases peligrosas ha habido en esta revuelta, han sido las de siempre, lo que no impide (ni nos da ni frío ni calor), por supuesto, que aquellos que el poder llama “delincuentes juveniles” aportaran su granito de arena. Pero da la impresión de que aquellas bandas que en efecto atormentan la vida cotidiana de los habitantes de los suburbios (especialmente de las mujeres, bajo el fuego cruzado del integrismo islámico y de la violencia sexual neomachista), no son las que más se han destacado precisamente: quizás porque son antes bien los socios de la policía que sus enemigos. Da lo mismo. “No somos vándalos, somos rebeldes”, intentaban aclarar los de Aubervilliers. Nadie les hará caso: para su desgracia o no, ser rebelde hoy pasa necesariamente por ser también vándalo.
VII. Como era de esperar en una sociedad que adula a la juventud por su “rebeldía” siempre que la consuma virtualmente y no pretenda experimentarla en la realidad, el origen juvenil y adolescente de los protagonistas de la revuelta también está siendo utilizado para desacreditarla. Se insiste así en su infantilismo, expresado no sólo en el absurdo aparente de la destrucción indiscriminada, sino también en el carácter de juego inconsciente y emulación compulsiva que demuestra. A continuación se habla de los juegos de ordenador, de la realidad virtual, de la “generación game-boy”, de los “pobres chavales” autistas que reflejan en su violencia ciega los mecanismos de deshumanización y competitividad que han aprendido de la misma sociedad que les aniquila, porque todo lo explica y a plena satisfacción la playstation maldita, como si sólo los cabecitas negras del arrabal jugaran con esos chismes, o fueran los únicos afectados por su radiación venenosa. Se utilizan de paso las propias palabras de los jóvenes suburbiales, que se quieren entender única y exclusivamente en el sentido que más conviene, cerrando el paso a cualquier otra interpretación que matice o corrija la versión interesada. Pues si es cierto que en estos comportamientos puede haber mucho de la herencia maldita del vacío encarnado en la irresponsabilidad de mercado y en la adicción enfermiza a la ultraviolencia, igual que pueden dar pie a su recuperación bajo la forma mediática y comercializable de nuevos y excitantes deportes de riesgo, no lo es menos que se deben también a otras instancias, y que entroncan con otros árboles genealógicos. En efecto, los desafíos entre las bandas rebeldes para ver quien ofrece los fuegos artificiales más fastuosos a sus vecinos, quemando los trofeos de la riqueza y del poder, pueden venir tanto de la contaminación mediática como ser la gozosa reactualización de la institución del potlach, y, si salvajes son, que se les conceda al menos el derecho de regresión a las viejas y buenas costumbres de los pueblos primitivos, sin ponerles bajo la perpetua sospecha de cretinismo multimedia. Pero fue Fourier quien mejor explicó las virtudes de la sana emulación entre los grupos revolucionarios que se retan en el juego de la subversión, y por una vez que no ha sido la economía quien ha recuperado sus teorías (y poco importa si a Fourier se le lee o no en el gueto: las buenas ideas, si los son, siempre acaban encontrando a quien las confirma en la práctica), no vamos a escandalizarnos…De la misma manera, los expertos aprovechan un comentario de los revoltosos acerca de que prefieren quemar coches en vez de contenedores “porque hacen mucho más ruido”, para reírse de esos jovenzuelos que confunden la realidad prosaica con los efectos especiales de la consola, cuando el principio básico de toda guerrilla que se precie es hacer el mayor daño posible, llamar la máxima atención, con el menor coste en los medios utilizados. En todo caso, y como se ha sugerido ya, no es tan malo que ciertas quimeras del inconsciente colectivo, que a veces se cuelan por la pantalla aparentemente más banal en la forma del rap o de la mitología degradada de Matrix, empiecen a materializarse en la calle, especialmente si se trata de los fantasmas de la subversión. ¿Acaso lo imaginario no era lo que tendía a ser real?
VIII. Sin duda es mucho más perniciosa esa mala reputación que acusa a los jóvenes de estar separados de sus padres y de las generaciones adultas, y a todos los negros y magrebíes de estarlo respecto a sus vecinos blancos. Respecto a lo primero, se ha puesto en primer plano la angustia de la joven madre soltera ante la guardería quemada, o la del trabajador ante el utilitario abrasado, imprescindible para su supervivencia. Hay que entender tal angustia y tal desesperación en unas gentes que los golpes han moldeado demasiado bien, y que por una intuición muchas veces acertada sólo esperan del acontecimiento nuevo lo malo de siempre. Pero teniendo razones, la razón decisiva no está de su lado sino de sus hijos, pues aunque dolor cause, pretende terminar con el dolor y con sus causas. En este sentido, como en la Intifada palestina de los años 80 o el levantamiento antirracista del Soweto de 1976, la revuelta lo ha sido tanto contra los padres como contra el Estado, el racismo y la economía, en cuanto que los adolescentes rabiosos han hecho lo que las generaciones anteriores, en su gran mayoría, no se atrevieron o no pudieron hacer. Así, cuando se habla del déficit de autoridad de los cabezas de familia “porque no llevan un sueldo a casa”, no se cita otro tipo de respeto, tan importante o más que el anterior: el que nace de la resistencia cotidiana a la opresión, que, aun desde la derrota, se transmite a los hijos como el mejor ejemplo que se puede dar en la vida. Hay aquí un desgarro generacional que no puede satisfacernos, puesto que su mantenimiento y exacerbación conviene, sobre todo, al sistema que lo ha hecho nacer; pero es un desgarro del que en último término estos adolescentes no tienen la culpa, más bien son su producto y, tal vez, su solución, a poco que tal brecha se colme y la ira con ella. Por otro lado, sería verdaderamente sorprendente que los medios de comunicación dieran voz a los vecinos que sí puedan estar de acuerdo, en mayor o menor grado, con la revuelta de sus hijos; al contrario, siempre enfocarán al que se queja y no comprende tanta furia desatada. Sin embargo, como en todas las revueltas de este tipo, esas complicidades existen, y no hay mejor ejemplo que la ridícula concentración “por el fin de la violencia y la discriminación” convocada el día 11 de octubre por Banlieues Respects, “un colectivo de 165 asociaciones sociales de los barrios de las periferias de las grandes ciudades francesas”. Como un periódico tuvo que admitir con desgana, tal demostración de fuerza de la mayoría silenciosa, adulta y reformista de las banlieu atrajo a…”no más de 300 personas, de los cuales una buena parte eran miembros de los medios de comunicación, y pocos los que habían viajado desde las zonas que han sufrido la violencia de estas dos últimas semanas”. La anunciada Marcha de la Paz que debía seguir a esta concentración “fue anulada”. Sobran los comentarios.
IX. Podríamos decir algo parecido respecto a los que rebuznan que esta revuelta sólo es la expresión de las tribus negras y árabes, sin relación posible con los proletarios franceses de pura cepa y sus “luchas”, y que por lo tanto está aislada y no puede tener trascendencia alguna. En realidad, como en la rebelión de Los Ángeles de 1992, o en los disturbiosde Brixton de 1981, los jóvenes blancos perdedores se han sumado a la rebelión con tanto ímpetu como sus hermanos de otro color, mal que les pese a Le Pen, a los islamistas y al Estado, que medran por igual de las separaciones étnicas artificiales y sólo temen que puedan disolverse primero para disolver después el chantaje económico. Y así a veces, las buenas noticias son tan buenas que ni el espectáculo puede ocultarlas por completo. “El perfil sociológico de los detenidos corresponde a la población de los suburbios: abundan los jóvenes hijos de emigrantes, pero también los apellidos estrictamente franceses, los cabellos rubios y los ojos claros”, reconocía con no menos desgana el mismo periódico. No es otra cosa la que se escucha en los arrabales. “Los alborotadores son magrebíes y subsaharianos, pero también franceses de toda la vida que, hartos de tanta injusticia, salen a la calle; en este barrio todos sufrimos la injusticia”, se dice en la banlieu de Toulouse, como se podría decir en cualquier otra parte donde reine la miseria pero todavía no la resignación. Lo mismo valdría para la tan cacareada inspiración islamista de los disturbios: ninguna prueba lo confirma, y los insurrectos se han cansado de desmentirlo con sus palabras (“nadie nos controla, ni los caids de la droga ni los imanes islamistas”) y con sus actos (no haciendo ningún caso de los llamamientos a la calma de las mezquitas y sus fatuas adormecedoras al mejor estilo de los estalinistas de antaño). Pero lo que importa es negar la evidencia y, mejor aún, suprimir las palabras del suburbio y su sentido: éstos que son invisibles, que no importan, tampoco tienen por qué hablar y mucho menos ser oídos. Ni entendidos.
X. Al mismo tiempo que los modernos proletarios de Europa jugaban con fuego y “se quemaban”, en Asturias varios mineros se encerraban en protesta por sus condiciones laborales y de vida. Estos hechos visualizan la evolución del concepto de clase y de la conciencia de la explotación por parte de los derrotados. Vieja y nueva clase toman su relevo y adelantan lo que será una realidad en unos cuantos años en todo el continente. Pero en este baile, los bailarines se mezclan formándose parejas inesperadas y prometedoras: si ponemos en relación la negatividad de los motines que nos es vendida como suicida, nihilista y enloquecida, con otros conflictos sociales que sólo merecen ese nombre porque comparten la misma desesperación, empezaremos a ver más claro. En efecto, más allá de que provengan de una misma opresión, no tiene mucho sentido relacionar las actuales revueltas con las huelgas generales de aquí o de allá, las marchas de parados o las performances reivindicativas de los tunos de Bellas Artes: mejor hacerlo con conflictos como el de la fábrica de Cellatex en julio de 2000,donde los trabajadores amenazados de despido amenazaron a su vez con volar la fábrica y los productos químicos que albergaba si no se les daba una salida mínimamente digna, arrojando al río un poco de sosa cáustica y de ácido sulfúrico para demostrar que la pantomima no era su fuerte, excelente ejemplo que fue seguido por los obreros de la Moulinex de Cormelles (que incendiaron parte de las instalaciones) o los de la fábrica de cerveza alsaciana de Adelshoffen (que se aprovisionaron de bombonas de gas por si acaso), por no citar sino los conflictos más famosos de una reacción en cadena de “terrorismo social” (como lo llama el siniestro European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, ellos saben por qué) animada por el “síndrome Cellatex” en el verano de 2000, y que se prolongará al año siguiente en las factorías textiles de la firma Mossley con la quema de máquinas, mercancías y oficinas. También los periódicos (y los ecologistas orgánicos y losrevolucionarios del Régimen) hablaron en estos casos de suicidio, nihilismo, locura, como lo hacen siempre que se encuentran con lo incontrolable que hoy, por desgracia, tiene que presentarse con tan oscuros títulos para serlo de verdad. Las mismas acusaciones se lanzan, por ahora en Francia o Inglaterra y muy pronto por todas partes, contra esos nuevos obreros salidos de los suburbios, malos estudiantes ayer y peores trabajadores ahora, que no contentos con escaquearse todo lo que pueden escuchando y bailando música, bebiendo vino o hablando por el móvil, saltan sin previo aviso e “irracionalmente” a la mínima provocación de sus capataces, sin dudar en recurrir a la violencia y sin pararse a pensar en las obvias consecuencias de despido y, si las cosas han ido demasiado lejos, cárcel (1). No discutiremos que tal negatividad sea a su vez reflejo de la negación de la vida que practica el capitalismo, y que en sí es insuficiente. Pero nos interesa señalar que existe, y que existe fuera de todo cálculo y de toda razón, especialmente de la Razón de Estado (2), y que es en esa existencia y no en otra parte donde podrán encontrarse, si lo hacen, las diferentes revueltas, los verdaderos deseos, las nuevas utopías. Por nuestra parte, y para empezar, sólo podemos volver a decir que no será el miedo a caer en la ingenuidad el que nos haga bajar tales banderas.
XI. La cantinela mediática gusta también de mostrar un hipócrita asombro ante la destrucción “gratuita” (¿ahora también hay que pagar para participar en un levantamiento?) de los mismos barrios y propiedades de los alborotadores, calamidad incomprensible propia de estos tiempos desnortados. Se dice además que esta destrucción ciega es inédita en la historia, que nada parecido había pasado antes en ninguna revuelta, y menos en una revolución; y que este dato vuelve a demostrar el carácter alienado y alienante de estos desenfrenos de furia baldía, buena para nadie, si no lo es para la dominación que en última instancia, quién si no, ha teledirigido los acontecimientos. Dejando a un lado las consideraciones que ya hemos apuntado sobre el valor de uso real de esos barrios y esas propiedades, así como del problema de la violencia que el poder llama irracional porque no es suya, habría que preguntarse ahora dónde está esa supuesta novedad histórica en el comportamiento de estos nuevos bárbaros, novedad que les descalificaría irremisiblemente ante el recuerdo de otros bárbaros que, si lo eran, eran bárbaros ilustrados, homologados, diríamos que de pata negra para esos buenos conoisseurs universitarios aficionados a la Historia Social que se deleitan con las luchas pasadas para aborrecer las actuales y, sobre todo, las futuras. Porque, ¿cómo se comportaban acaso los rebeldes de Los Ángeles de 1992? ¿Y los de Brixton, Toxteth, Lyon o Marsella en 1981? ¿Y los vecinos rabiosos del barrio de Watts de L. A. en 1965? ¿Y los de los guetos del Johannesburgo de los tiempos del apartheid? ¿Y las mil y una batallas de la guerra civil perpetua que se libra en las villas miserias, favelas y bidonvilles de todo el tercer mundo, del caracazo de 1989 al estallido de la Argentina de diciembre de 2001? ¿Y las mismas sufragistas de principios del siglo XX, burguesas que destruían escaparates y mercancías burguesas en nombre de unos derechos –que fueran limitados es otra cuestión- que la burguesía patriarcal no quería reconocer? Y esto por no hablar de otros movimientos que tenían las ideas más claras, la sangre más caliente y los puños más prontos. No hay nada nuevo en estos furores: los marginados suelen empezar por destruir el decorado deprimente e insoportable de su marginación, iniciando de paso la reapropiación urgente de los bienes de primera necesidad por la vía del saqueo y del pillaje, lo que siempre es muy bueno, aunque no acierten después a destruir todo lo demás, lo que sería mucho mejor.
XII. Lo que dice esta gente tampoco resulta desconocido. “No queremos dialogar con el gobierno; nuestros padres, nuestras familias ya han recibido demasiados abusos tras sus discursos. El diálogo se ha roto definitivamente, no penséis en adormecernos. No podréis manipularnos, a pesar de la utilización de imanes y portavoces que empujáis a que hagan llamamientos a la calma (...) La sociedad nos ha creado, lo que prueba que esta civilización corre a su pérdida. No tenemos nada que perder, preferimos morir rodeados de sangre que de mierda”, aclaraba un panfleto firmado por unos “Combatientes de la revuelta del 93”, y esas palabras se han pronunciado en otras bocas y en otros tiempos y lugares (3): por ejemplo y para no ser reiterativos, este mismo año en Nueva Orleáns, donde otra “canalla”, por razones distintas pero no tanto, también saqueó. No vamos a caer en la adulación y en la tentación de afirmar que estas palabras y estos actos constituyan el único programa revolucionario posible. Todo lo contrario: quizás sea el que más se equivoca, precisamente por ser el más radical. Pero es que la guerra social hoy es así: fea, vulgar, equívoca, tan convulsiva como episódica, lastrada por mil adulteraciones del abyecto espíritu de la época, y seguramente condenada al fracaso, una y otra vez. Sin embargo, más allá de cualquier aprobación o condena teórica, práctica, moral, estética o pret-a-porter, es la guerra social que nos ha tocado vivir en el peor de los mundos posibles, porque es el que menos opciones da y dará para su hipotética superación. Negar una revuelta que pasará a la historia como la primera gran toma de conciencia en Europa por parte de sus nuevos explotados, que ha obligado al Estado a tomar medidas de excepción que no se adoptaron ni en el mayo 68 (decisión que, no lo dudemos, nunca agrada al poder en cuanto que permite atisbar que no está tan seguro de sí mismo y que le castañean los dientes al primer atisbo de enfrentamiento serio), que se ha contagiado a otros países, que no va a desaparecer tan fácilmente de la memoria de los insurrectos por mucho que se empeñe el espectáculo, y que ni siquiera ha terminado sino que se ha transformado en una revuelta de baja intensidad, negar su cualidad radical porque hay platos rotos, o porque falta programa, programa, programa, o porque no se aprecian sus frutos inmediatos, o porque tenga efectos “contraproducentes” cuando lo verdaderamente contraproducente es que se extinga la idea misma y la práctica real de la revuelta, es falsificar el problema en vez de ayudar a su resolución.
La revuelta ha llegado, y lo ha hecho para quedarse. Los inmigrantes, y con ellos todos los proletarios que a base de sangre, sudor y lágrimas reaprenden que lo son, han pasado de dar las gracias a exigir su derecho a vivir. Por todos los medios necesarios. El dilema es bien sencillo y ya se planteó en 1977: ¿Te haces con la situación o acatas órdenes? ¿Vas hacia atrás o vas hacia delante?
NOTAS
1. Hasta tal punto ha llegado la “falta de respeto” y la ingobernabilidad de estos trabajadores sauvageons (salvajes, insociables) salidos de las banlieus, que se ha propagado una ola de depresiones y bajas laborales entre los jefes de personal y de recursos (in)humanos. El síndrome de la enfermedad vergonzosa, la llaman, porque ningún directivo quiere reconocer que ahora, por una vez y para que sirva de precedente, es él el maltratado en vez del maltratador. Un detallado análisis de tan delicioso fenómeno puede ser leído en Echanges nº 99, invierno 2001-2002: Cuando las empresas buscaban asalariados “honestos y manejables”, H. S.
2. Debería ser innecesario contestar a los reprimidos y a los tristes que sólo ven en las revueltas única y exclusivamente las maniobras del poder, que se serviría de ellas para dirimir rencillas dentro del gobierno francés, facilitar el control parapolicial de mafias y mullahs, o incluso hasta para lanzar un Plan Renove más grosero de lo habitual. Maniobras hay, y para todos los gustos. Pero también acción autónoma de los resentidos con causa, porque de ninguna manera toda reacción popular está ya prevista y descontada por el poder. Tal apriorismo significaría, como decía el Grupo Surrealista de Chicago ante parecidas acusaciones en los días del levantamiento de Los Ángeles, “reducir a las masas al estado de meros objetos de la historia, víctimas inevitables de una autoridad omnipotente” (Tres días que estremecieron el nuevo orden mundial, 1992). Puede que así lo sean a veces, pero no siempre, ni totalmente. Por eso se rebelan: ese es el único sentido de la historia que todavía les queda, y es que, en materia de rebelión, ninguno de ellos necesita antepasados. No es poco: si a los insurrectos les falta tal vez teoría revolucionaria (y a quién no), les sobra en cambio, como a sus camaradas de Los Ángeles, una nueva conciencia radical que no admite recuperación posible.
3. “Para el poder y los que piensan como él, los saqueadores del 1 de diciembre no se oponían a nada, puesto que nada reivindicaban (…) Y en efecto, si no han rechazado nada en particular es porque rechazan todo lo que emana del pútrido orden mercantil, amo y señor de todo lo que existe. Los amotinados habían abandonado toda consigna particular y plasmaron en la fachada del edificio saqueado el programa que habían esbozado sobre el terreno: “Muerte al Kapital” (Defensa incondicional de los vándalos del 1 de diciembre, diciembre de 1988, Unos Caníbales). “Algunos imbéciles afirman que la juventud de hoy no tiene que rebelarse, sino integrarse. ¿Integrarse a qué? ¿A un barco que ha naufragado? ¿Al comercio polucionante que llamamos economía? ¿A esta película inconsistente donde el aburrimiento lujoso de una minoría prospera sobre la opresión real de la mayoría de la humanidad que llamamos sociedad moderna? En esto consiste el equilibrio: en la domesticación de los seres humanos” (Volcán de otoño, diciembre de 1986, Marie-Jeanne).“Provocadores, anarquistas, comunistas, punks, rojos, heavys, mods, rockers, macarras y sinvergüenzas, toda esa fauna nos concentramos allí, no sólo por reivindicaciones estudiantiles, sino porque también estamos hartos del paro, de la mili, de la democracia burguesa, de la represión policial, de las cárceles (…) Y es que está muy claro: no hay futuro para nosotros. La violencia estatal genera violencia en la calle. Si se desata nuestra violencia es porque tenemos que sufrir la violencia social día a día. No se extrañen, pues, del vandalismo de los jóvenes. Cabría preguntarse quien es el más vándalo aquí, si nosotros o el sistema en el que, por desgracia, nos ha tocado vivir. Que no digan que la violencia nunca está justificada, porque en nuestro ambiente la violencia es obligada” (declaraciones de un joven “provocador” a El País, citado por Miguel Amorós en Informe sobre el movimiento estudiantil, 1987). “No tenemos ningún porvenir que pueda calmarnos. Nos quieren carne de fábrica o carne de prisión: y no queremos ser ni la una ni la otra. Escandalizamos, porque no tenemos ningún fin positivo cuya satisfacción pudieran administrar nuestros enemigos. Somos totalmente negativos, y ahí reside nuestra fuerza” (Expedición sin retorno, otoño de 1981, Les fossoyeurs du viex monde). Releyendo estas declaraciones, tan similares a las de hoy, que se escribieron y dijeron en otras épocas y respecto a otros conflictos (un motín en Zaragoza que desbordó la campaña de preparación de la huelga general del 14-D de 1988, las manifestaciones estudiantiles francesas de 1986 y españolas del año siguiente, las revueltas inglesas y francesas de 1981), hay que reconocer que los insurrectos de 2005 no viven completamente sumergidos en el vacío de la memoria histórica del que se ha hablado (y que en efecto existe), ni han olvidado las viejas verdades antipolíticas de la guerra social: al menos, saben recordarlas por intuición, o las redescubren en la calle por necesidad. Los dos procesos suelen actuar unidos.
Manifiesto colectivo:
Grupo Surrealista de MadridColectivo de Trabajadores Culturales La Felguera (Madrid-Tenerife)Oxígeno (Logroño)Las malas compañías de Durruti (Logroño-Zaragoza)Fahrenheit 451 (Madrid)
Publicado originalmente en: Kaos en la red http://www.esfazil.com/kaos/
sábado, noviembre 26, 2005
La superación de la fragmentación de la izquierda radical
Una manifestación obrera con Agustín Tosco a la cabeza (Córdoba, principios de los 70).
"Para lograr la unidad es necesario conocer al otro, hacer concesiones y llegar a acuerdos"... ¡Este es el motivo por el que nació Kaosenlared!
Francisco Umpiérrez Sánchez *
Cuando vemos las revueltas de las capas pobres y marginadas de la población francesa, cuando vemos que se producen estos aislados acontecimientos de flagrante lucha de clases, cuando vemos una clara manifestación de la oposición extrema entre trabajo y capital, vemos al mismo tiempo que no existe ninguna vanguardia de izquierda que sepa rentabilizar estas energías sociales. Como tampoco hay una vanguardia que pueda y sepa reflejar el significado de estos conatos de luchas de clases en los grandes centros del poder: en los parlamentos y en los medios de comunicación de masas. El lado subjetivo de la revolución sigue siendo en los países de la UE un lado poco desarrollado, poco firme y poco fuerte. Así que ya va siendo hora de dejar la ilusión de que la revolución llegará de espontáneas explosiones sociales. Hay que tomar conciencia de que el problema está en la subjetividad de la izquierda radical, en su falta de desarrollo político y en su pobreza teórica.
Las vanguardias de la izquierda radical no pueden seguir practicando la política de la marginalidad, transitando siempre por los arcenes de las grandes autopistas del capitalismo, viendo las cosas desde fuera y a distancia. Esta práctica política sólo genera impotencia y desesperación en esas vanguardias y en sus reducidas bases sociales, quienes cada vez ven más lejos la revolución socialista y terminan por pensar que por muchas calamidades, miserias y explosiones sociales que haya en este mundo, este mundo seguirá siendo capitalista. Esta es la causa principal de la deserción en las fuerzas de la izquierda radical y de que éstas nunca terminen por arrancar.
Si la izquierda radical quiere superar la marginalidad tiene que abrir caminos que la lleven al otro, al capitalista, para aprender lo que sabe del mundo y conocer cuáles son sus intereses. Es imposible luchar con el otro y llegar a cuerdos con él, si se desconoce su forma de pensar, sus necesidades, intereses e ilusiones. El desconocimiento del otro sólo provoca aislamiento. Y el que vive aislado sólo se escucha a sí mismo y cree, en consecuencia, que la verdad está enteramente de su parte. Aclaro que hablo del capitalista en sentido ideológico, esto es, como mentalidad y forma de ser social. Pues ocurre que hay trabajadores con una mentalidad capitalista extrema y capitalistas que hacen concesiones al socialismo. Hay que ser muy sutil en el descubrimiento de las tendencias que nos llevan al socialismo. No debemos olvidar la enseñanza del Manifiesto Comunista, donde se habla de socialismo burgués. Hay distintas clases de socialismo, y el burgués es uno de ellos. Es claro, por tanto, que si queremos conquistar la confianza y el respeto del otro, del burgués, nos debemos apoyar en los modos de su pensamiento que apuntan hacia el socialismo. No debemos ver en el capitalista a una persona absolutamente capitalista, como si todo su cuerpo y su alma estuvieran bañados sólo con el color capitalista, sino a una persona que abriga varias tendencias, aunque la capitalista sea la preponderante.
Creo que el espíritu que anima este artículo es el mismo que animó el artículo de Marcelo Colussi, titulado "La fragmentación perpetua: vicio de la izquierda" y publicado en Rebelión -http://www.rabelion.org- 15 de noviembre de 2005. Pone manifiesto Colussi la esencia de la izquierda radical: su continua fragmentación, la generación de diferencias abismales entre sus diversas tendencias por causas nimias, y la propensión de sus líderes a dárselas de revolucionarios más que nadie. Esto es sectarismo. Si continuamente se fragmentan, se demuestra su incapacidad para llegar a acuerdos. Y si las diversas tendencias de la izquierda radical no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellas mismas, resulta inimaginable que puedan llegar a acuerdos con la pequeña burguesía y con los grandes capitalistas. ¡Cómo se supera esta situación? Sólo si los líderes de la izquierda radical se hacen con el compromiso firme de saber cómo piensan los capitalistas y cuáles son sus necesidades e intereses. No hay otro camino que el conocimiento del otro para superar el sectarismo. Cuando Colussi se pregunta por qué la derecha se une ante las grandes urgencias de la lucha de clases y la izquierda radical no, la respuesta está en que los líderes de la izquierda radical no conocen al otro, no saben hacer concesiones y llegar a acuerdos con elotro. Y la respuesta a la segunda pregunta de Colussi, ¿qué se puede hacer al respecto? La respuesta está dada en la respuesta a la primera pregunta: para superar la falta de unidad hay que conocer al otro, hacer concesiones y llegar a acuerdos con él. No hay más ciencia. Pero esta es una asignatura muy dificil para las personas que tienen muy arraigada la mentalidad sectaria.
* Rebelión - Kaosenlared
http://www.kaosenlared.net/
miércoles, noviembre 09, 2005
París, Buenos Aires
Foto: Olmo Calvo Rodríguez/ANRed
Por Mempo Giardinelli
Terminó la cumbre marplatense y lo que queda son dos cosas: por un lado, el rechazo al acuerdo que venía a imponer el Sr. Bush. Sobreactuado, como casi todo lo que hace nuestro Presidente, pero rechazo al fin. No es poco si se mira nuestra historia reciente, pero es solamente eso: retórica. Al revés de Brasil, cuyo presidente prefirió sonreir y hacerse el distraído, para luego recibir al amo a solas y negociar a conveniencia.
Y por el otro lado, queda la violencia. Esa tara que Mariano Grondona abordó el domingo en un patético debate con dos dirigentes de Quebracho. Esa misma que los diarios Clarín y La Nación erradicaron de sus páginas con velocidad de rayo, acaso inducidos por algún poder supremo para negar que está instalada entre nosotros.
Pero las fotografías de esa barbarie son más expresivas que los 30 presidentes saludando en la Rambla. Porque muestran una violencia perfectamente organizada que es menester, y urgente, detener. Claro que no será con silencio o negación como se la desvirtúe.
Por eso ya no alcanza con que Aníbal Fernandez haga gala de sus explicaciones de los días después, mientras cretinos dizque con ideología destrozan no sólo los bienes sino también la fe pública en la Democracia. Después de Haedo y Avellaneda, y sobre todo después de esta Cumbre, la ciudadanía no puede menos que preguntarse por qué la parálisis policial.
Y las posibles respuestas son todas duras: si el gobierno apostó a no tener muertos, sus propios Kosteki y Santillán, y para eso dejó que los violentos hicieran su numerito, estaríamos ante una actitud cuestionable por especulativa y peligrosa. Si, en cambio, dejó hacer a sus policías por falta de reflejos u otras ineptitudes, la cosa sería igualmente grave. Y si acaso los mantuvo paralizados por temor al descontrol de algunas bestias discípulas del magisterio de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, la cosa sería alarmante.
La telebasura y las primeras planas se llenaron —también sugestivamente— de escenas de violencia en la primermundista París. Allí, en el luminoso corazón de Europa, forajidos maghrebíes, negros y musulmanes casi todos, salen como ratas de sus cuevas (primermundistas, pero cuevas al fin) a protestar con un resentimiento igualito al de nuestras pampas.
También ellos arrasan con bancos, autos, negocios y policías (que sin embargo allá los enfrentan). Y el espectáculo —sólo capaz de calmar a algunas almitas que se consuelan pensando que “allá pasa lo mismo”— siendo tan sobrecogedor como el de nuestros vándalos en Mar del Plata, en realidad es similar sólo en un punto: en que las causas son las mismas.
Las causas de la violencia, o sea todo aquello que provoca el resentimiento fenomenal de muchos y el oportunismo ideológico de unos pocos miserables que con disfraz de ultraizquierda sirven a la ultraderecha. Ésa que en apariencia se escandaliza, y escribe cartas y análisis en La Nación, pero en el fondo se regodea porque para ellos la violencia es el único camino para volver a ser gobierno.
Los destrozos en la Avenida Colón de Mar del Plata enseñan, a simple vista, cómo opera la violencia sobre grupos o comunidades cuyos intereses son afectados de manera tan agresiva y traumática. No es sólo que el delito encuentra campo propicio, sino que saca a la superficie los sentimientos y discursos más reaccionarios y cretinos que anidan en toda sociedad.
Entonces, de lo que hay que hablar es de las causas. O de la única gran causa que produce estos episodios repudiables: la altísima concentración del producto interno. O en criollo: la pésima distribución de la riqueza.
No es revolucionario el mero aplauso al señor Chávez. Tampoco lo es despotricar contra el FMI mientras se paga millón sobre millón para calmar los nervios del señor Rato. Lo revolucionario, en todo caso, sería dar vuelta la tortilla: los ricos un poco menos ricos, y los pobres, los resentidos, accediendo a una vida más digna: la que proviene del trabajo honrado y seguro. En París, Buenos Aires, Mar del Plata o donde sea.
Se puede. Perfecta y rápidamente se puede. Sólo falta decisión política.
Revista DEBATE, Nº 139. Jueves 10 de noviembre de 2005.
miércoles, octubre 19, 2005
El complot de la prensa española para silenciar las manifestaciones de la Cumbre de Salamanca
Sí ha facilitado datos el portal alternativo Kaos en la Red, recogidos a través de una red de reporteros que también ofrecieron testimonios y fotografías de todas las manifestaciones de izquierda.
Pascual Serrano (Rebelión)
Foto: Kaos en la Red
El sábado 15 de octubre, en Salamanca se dieron cita seis manifestaciones. Eran las siguientes: la convocada por CGT y Ecologistas en Acción bajo la denominación "Las mil y una Américas", la del Movimiento Popular contra la Monarquía con el lema "30 años de monarquía bastan", la convocada por la CNT bajo la consigna "Donde vaya el poder encontrará resistencia", la de los sindicatos agrarios Asaja y Coag, la anticastrista y la convocada por el Foro de Solidaridad con Cuba y Venezuela.Dado que las manifestaciones es uno de los pocos métodos de participación democrática que existen en las democracias representativas parece lógico buscar su reflejo en los medios de comunicación para poder saber en qué medida son éstos honestos portavoces de las posiciones ciudadanas y dignos responsables del derecho a la información de los lectores y audiencias.Si intentamos conocer los datos oficiales de asistencia a las manifestaciones, la subdelegación de Salamanca remite a la policía nacional y ésta a la municipal, la cual explica que no va a facilitar datos para no generar problemas con los convocantes. Los únicos datos oficiales que existen son los ofrecidos por la Delegación de Gobierno de Castilla-León. Allí han señalado que, sobre las dos convocadas por la mañana, la asistencia a la de los agricultores fue de unas 4.500 personas y la anticastrista 250 personas. En cuanto a la tarde el único dato que manejan es el de 4.500 o 5.000 manifestantes en la hora de la manifestación del Foto de Solidaridad con Cuba y Venezuela. No hay datos específicos -dicen- de las manifestaciones contra la monarquía, ni de los de la CNT, ni de CGT y Ecologistas en Acción.Sí ha facilitado datos el portal alternativo Kaos en la Red, recogidos a través de una red de reporteros que también ofrecieron testimonios y fotografías de todas las manifestaciones de izquierda.Según este medio, a la manifestación contra la monarquía fueron entre 4.000-5.000 personas; a la de Pueblos en Rebeldía (CGT-Ecologistas en Acción), asistieron entre 1.700 y 2.000; a la manifestación contra la cumbre iberoamericana (CNT), entre 500 y 800 personas y, por último, a la de solidaridad con Cuba y Venezuela, entre 12.000 y 15.000 personas
No todos los días se puede observar cómo cubre la prensa comparativamente seis manifestaciones, convocadas el mismo día y en la misma ciudad. Veamos cómo lo hacen.
Para El País, las manifestaciones ocupan al día siguiente las seis líneas finales de una columna: "Unas 6.000 personas se manifestaron ayer en Salamanca en apoyo a los gobiernos de Cuba y Venezuela, informa Ignacio Francia. A la marcha acudieron varios miembros de Batasuna". Dado que Batasuna no era convocante, puesto que era el Foro de Solidaridad con Cuba y Venezuela, el comentario tenía el malicioso intento de relacionar a ambos gobiernos con un partido ilegalizado en España. Puesto a citar partidos políticos, podían haber señalado que también estaba en la manifestación el secretario general del Partido Comunista de España o alguna diputada de Izquierda Unida. Pero esos no interesaban, eran legales.
El diario El Mundo publica una extensa información bajo el titular " El 'manifestódromo' de Salamanca". Con el sumario "Hasta seis protestas, desde agricultores hasta anticastristas, confluyen en las calles de la ciudad aprovechando la gran repercusión de la Cumbre Iberoamericana", ya comienzan omitiendo las cuatro de izquierdas que hubo por la tarde hasta llegar al final quedándose sólo en las de los agricultores y la anticastrista, la de menos asistencia (250 personas), según los propios datos de la delegación del gobierno. La crónica se fundamenta en mezclar a agricultores y anticastristas durante toda la información, recoge testimonios de algunas mujeres de la manifestación contra Cuba, cita los textos de sus pancartas, pero de las otras cuatro no se nombra ni el motivo de su convocatoria. Por el titular supimos que hubo seis manifestaciones, pero nos quedamos sin saber cuáles eran las que no protagonizaban ni anticastristas ni agricultores.
En la web, el diario El Mundo también ofrece un Album de la Cumbre, donde recogen 23 fotos. En todas ellas aparecen diferentes momentos de los líderes, sus parejas o de los trabajadores que han colaborado o dado ambiente al entorno, concretamente un fotógrafo con el fondo de banderas o una instantáneo de los músicos de la banda refugiándose de la lluvia. Sólo hay una foto que recoge a alguien que ni es mandatario, ni invitado oficial, ni trabajador de la cumbre. En ella aparece la presidenta de Madres y Mujeres Anti-Represión (MAR), Sylvia Iriondo, colocando un crespón negro sobre la bandera de Cuba durante una rueda de prensa de exiliados cubanos en Estados Unidos en el Colegio Mayor Calatrava de Salamanca. Por supuesto, ninguna foto de las manifestaciones, menos aún de la de apoyo a Cuba y Venezuela con miles de asistentes.
Este método de una foto con contenido anticastrista insertada entre el álbum de fotos oficiales de los invitados también lo hace ABC. Bajo el título La Cumbre en imágenes ofrecen 20 fotografías, todas ellas de mandatarios, menos una, la de un hombre que porta un cartel que dice "Abajo la dictadura de Fidel".
Sobre las manifestaciones, en el ABC se hace una referencia en estos términos cuando se escribía sobre Hugo Chávez: "Tampoco participará, en principio, en la marcha y el posterior festival que grupos solidarios con los regímenes de Cuba y Venezuela han convocado para hoy en Salamanca, según declararon a ABC fuentes de la Presidencia venezolana. Estos portavoces no explicaron el motivo de su ausencia en un controvertido acto, en el que la ilegalizada Batasuna tiene intenciones de participar y en la que se había anunciado en las últimas semanas que contaba con las intervenciones de los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro en el festival solidario con las «revoluciones cubana y bolivariana»". Otro texto del mismo periódico sigue insistiendo en la relación del independentismo vasco con la manifestación de solidaridad con Cuba y Venezuela y titula: "Partidarios de Castro y Chávez y grupos de independentistas se unen en Salamanca". Recuerda en la información que "La Plataforma Euskadi-Cuba, encargada de organizar el viaje a los residentes en el País Vasco, anunció hace días que miembros de la ilegalizada Batasuna, Ezker Batua yAralar tenían intención de asistir". Lo que informó el colectivo Euskadi-Cuba en un comunicado público es que ninguna organización vasca ha formado parte de la organización y convocatoria del acto de solidaridad con Cuba y que "que las personas que acudan a Salamanca están convocadas exclusivamente para manifestar su solidaridad a los pueblos de Cuba y Venezuela". Si el ABC coincidía con El Mundo en el asunto de las fotos, también coincide con El País en hacer referencia a la manifestación de solidaridad con Cuba y Venezuela sólo para remachar que participaba Batasuna.
Incluso alguna publicación anticastrista, como la revista Encuentro, fue más honesta reproduciendo una noticia de AFP titulada "Varios miles de personas asistieron a manifestación a favor de Castro y Chávez". Los periódicos españoles le superaron en militancia de oposición al gobierno cubano.
Sí informaron de las manifestaciones las agencias, lo que demuestra que el bloqueo informativo estaba en las direcciones de los periódicos. Efe tituló "Más 4.000 personas apoyan en la calle regímenes Cuba y Venezuela". No entendemos por qué, por ejemplo, a Venezuela se le considera régimen y no a México o a Panamá. El único país presente en la Cumbre cuyo jefe de Estado no pasa por las urnas es España, donde existe un régimen monárquico.Ya fuera de Madrid, en La Vanguardia no encontramos ninguna referencia a las manifestaciones. En el regional valenciano "Las Provincias" se limitan a señalar un pie de foto con texto de Efe: "Distintas protestas tuvieron lugar ayer en Salamanca. La primera fue de agricultores que protestaban contra la política agraria del gobierno. Además se celebraron otras dos manifestaciones a favor y en contra de la política de Fidel Castro". Por supuesto, la foto de una mujer protestando contra el presidente cubano. Es decir, se olvidan de tres manifestaciones, confrontan por igual la de a favor de Cuba con 5.000-15.000 mil personas y la anticastrista con doscientas, y la foto es para esta última, la de menos asistencia de las seis. Sólo Gara hizo referencia a las manifestaciones para destacar la presencia de ciudadanos vascos e ikurriñas.
En conclusión, que para ver una fotografía o un testimonio de las manifestaciones críticas contra la Cumbre o de apoyo a Cuba o a Venezuela en español nos tenemos que ir al diario La Jornada de México. Allí la enviada Rosa Elvira Vargas y el corresponsal Armando G. Tejeda nos escriben sobre los miles de asistentes y recogen declaraciones de un indígena mapuche, un miembro de Ecologistas en Acción, un estudiante mexicano, un catedrático español de política internacional, entre otros. Es decir, a diferencia de los periódicos españoles, informó de lo que estaba sucediendo. Hasta el punto que el diario Gara de Euskadi recogió parte de la crónica de los mexicanos para mejorar su información.Sin duda, el modelo informativo de la prensa española para las manifestaciones convocadas en Salamanca con motivo de la Cumbre Latinoamericana era el coherente con su línea informativa y de opinión hasta entonces. Durante días estuvieron machacando en "informaciones" y editoriales contra los gobiernos cubano y venezolano: "...el inmerecido protagonismo que la dictadura castrista adquiere en ellas. Un protagonismo manejado con gran soltura por el eterno ausente, Fidel Castro, y que convierte sitemáticamente en categoría lo que no debería pasar de anécdota" (Editorial de El País 16 de octubre), "de Salamanca no sólo no va a salir ninguna condena a la dramática situación de los disidentes y los presos políticos de Cuba, sino que se va a otorgar a Castro un triunfo tan simbólico como práctico sin necesidad siquiera de que éste pise suelo español" (Editorial de El Mundo 15 de octubre).No deja de ser paradójico que los únicos gobiernos criticados por los medios españoles han sido los que han generado una masiva manifestación de solidaridad entre los ciudadanos, y que la manifestación más minoritaria de todas, la anticastrista con doscientas personas según la policía, haya sido la más reproducida en sus páginas y la única que ha tenido fotografías.Sirva el ejemplo para entender lo representados que están los españoles en sus medios de comunicación escritos y lo informados que puedan aspirar a estar los lectores de esos periódicos.
Pascual Serrano (Rebelión)
Foto: Kaos en la Red
El sábado 15 de octubre, en Salamanca se dieron cita seis manifestaciones. Eran las siguientes: la convocada por CGT y Ecologistas en Acción bajo la denominación "Las mil y una Américas", la del Movimiento Popular contra la Monarquía con el lema "30 años de monarquía bastan", la convocada por la CNT bajo la consigna "Donde vaya el poder encontrará resistencia", la de los sindicatos agrarios Asaja y Coag, la anticastrista y la convocada por el Foro de Solidaridad con Cuba y Venezuela.Dado que las manifestaciones es uno de los pocos métodos de participación democrática que existen en las democracias representativas parece lógico buscar su reflejo en los medios de comunicación para poder saber en qué medida son éstos honestos portavoces de las posiciones ciudadanas y dignos responsables del derecho a la información de los lectores y audiencias.Si intentamos conocer los datos oficiales de asistencia a las manifestaciones, la subdelegación de Salamanca remite a la policía nacional y ésta a la municipal, la cual explica que no va a facilitar datos para no generar problemas con los convocantes. Los únicos datos oficiales que existen son los ofrecidos por la Delegación de Gobierno de Castilla-León. Allí han señalado que, sobre las dos convocadas por la mañana, la asistencia a la de los agricultores fue de unas 4.500 personas y la anticastrista 250 personas. En cuanto a la tarde el único dato que manejan es el de 4.500 o 5.000 manifestantes en la hora de la manifestación del Foto de Solidaridad con Cuba y Venezuela. No hay datos específicos -dicen- de las manifestaciones contra la monarquía, ni de los de la CNT, ni de CGT y Ecologistas en Acción.Sí ha facilitado datos el portal alternativo Kaos en la Red, recogidos a través de una red de reporteros que también ofrecieron testimonios y fotografías de todas las manifestaciones de izquierda.Según este medio, a la manifestación contra la monarquía fueron entre 4.000-5.000 personas; a la de Pueblos en Rebeldía (CGT-Ecologistas en Acción), asistieron entre 1.700 y 2.000; a la manifestación contra la cumbre iberoamericana (CNT), entre 500 y 800 personas y, por último, a la de solidaridad con Cuba y Venezuela, entre 12.000 y 15.000 personas
No todos los días se puede observar cómo cubre la prensa comparativamente seis manifestaciones, convocadas el mismo día y en la misma ciudad. Veamos cómo lo hacen.
Para El País, las manifestaciones ocupan al día siguiente las seis líneas finales de una columna: "Unas 6.000 personas se manifestaron ayer en Salamanca en apoyo a los gobiernos de Cuba y Venezuela, informa Ignacio Francia. A la marcha acudieron varios miembros de Batasuna". Dado que Batasuna no era convocante, puesto que era el Foro de Solidaridad con Cuba y Venezuela, el comentario tenía el malicioso intento de relacionar a ambos gobiernos con un partido ilegalizado en España. Puesto a citar partidos políticos, podían haber señalado que también estaba en la manifestación el secretario general del Partido Comunista de España o alguna diputada de Izquierda Unida. Pero esos no interesaban, eran legales.
El diario El Mundo publica una extensa información bajo el titular " El 'manifestódromo' de Salamanca". Con el sumario "Hasta seis protestas, desde agricultores hasta anticastristas, confluyen en las calles de la ciudad aprovechando la gran repercusión de la Cumbre Iberoamericana", ya comienzan omitiendo las cuatro de izquierdas que hubo por la tarde hasta llegar al final quedándose sólo en las de los agricultores y la anticastrista, la de menos asistencia (250 personas), según los propios datos de la delegación del gobierno. La crónica se fundamenta en mezclar a agricultores y anticastristas durante toda la información, recoge testimonios de algunas mujeres de la manifestación contra Cuba, cita los textos de sus pancartas, pero de las otras cuatro no se nombra ni el motivo de su convocatoria. Por el titular supimos que hubo seis manifestaciones, pero nos quedamos sin saber cuáles eran las que no protagonizaban ni anticastristas ni agricultores.
En la web, el diario El Mundo también ofrece un Album de la Cumbre, donde recogen 23 fotos. En todas ellas aparecen diferentes momentos de los líderes, sus parejas o de los trabajadores que han colaborado o dado ambiente al entorno, concretamente un fotógrafo con el fondo de banderas o una instantáneo de los músicos de la banda refugiándose de la lluvia. Sólo hay una foto que recoge a alguien que ni es mandatario, ni invitado oficial, ni trabajador de la cumbre. En ella aparece la presidenta de Madres y Mujeres Anti-Represión (MAR), Sylvia Iriondo, colocando un crespón negro sobre la bandera de Cuba durante una rueda de prensa de exiliados cubanos en Estados Unidos en el Colegio Mayor Calatrava de Salamanca. Por supuesto, ninguna foto de las manifestaciones, menos aún de la de apoyo a Cuba y Venezuela con miles de asistentes.
Este método de una foto con contenido anticastrista insertada entre el álbum de fotos oficiales de los invitados también lo hace ABC. Bajo el título La Cumbre en imágenes ofrecen 20 fotografías, todas ellas de mandatarios, menos una, la de un hombre que porta un cartel que dice "Abajo la dictadura de Fidel".
Sobre las manifestaciones, en el ABC se hace una referencia en estos términos cuando se escribía sobre Hugo Chávez: "Tampoco participará, en principio, en la marcha y el posterior festival que grupos solidarios con los regímenes de Cuba y Venezuela han convocado para hoy en Salamanca, según declararon a ABC fuentes de la Presidencia venezolana. Estos portavoces no explicaron el motivo de su ausencia en un controvertido acto, en el que la ilegalizada Batasuna tiene intenciones de participar y en la que se había anunciado en las últimas semanas que contaba con las intervenciones de los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro en el festival solidario con las «revoluciones cubana y bolivariana»". Otro texto del mismo periódico sigue insistiendo en la relación del independentismo vasco con la manifestación de solidaridad con Cuba y Venezuela y titula: "Partidarios de Castro y Chávez y grupos de independentistas se unen en Salamanca". Recuerda en la información que "La Plataforma Euskadi-Cuba, encargada de organizar el viaje a los residentes en el País Vasco, anunció hace días que miembros de la ilegalizada Batasuna, Ezker Batua yAralar tenían intención de asistir". Lo que informó el colectivo Euskadi-Cuba en un comunicado público es que ninguna organización vasca ha formado parte de la organización y convocatoria del acto de solidaridad con Cuba y que "que las personas que acudan a Salamanca están convocadas exclusivamente para manifestar su solidaridad a los pueblos de Cuba y Venezuela". Si el ABC coincidía con El Mundo en el asunto de las fotos, también coincide con El País en hacer referencia a la manifestación de solidaridad con Cuba y Venezuela sólo para remachar que participaba Batasuna.
Incluso alguna publicación anticastrista, como la revista Encuentro, fue más honesta reproduciendo una noticia de AFP titulada "Varios miles de personas asistieron a manifestación a favor de Castro y Chávez". Los periódicos españoles le superaron en militancia de oposición al gobierno cubano.
Sí informaron de las manifestaciones las agencias, lo que demuestra que el bloqueo informativo estaba en las direcciones de los periódicos. Efe tituló "Más 4.000 personas apoyan en la calle regímenes Cuba y Venezuela". No entendemos por qué, por ejemplo, a Venezuela se le considera régimen y no a México o a Panamá. El único país presente en la Cumbre cuyo jefe de Estado no pasa por las urnas es España, donde existe un régimen monárquico.Ya fuera de Madrid, en La Vanguardia no encontramos ninguna referencia a las manifestaciones. En el regional valenciano "Las Provincias" se limitan a señalar un pie de foto con texto de Efe: "Distintas protestas tuvieron lugar ayer en Salamanca. La primera fue de agricultores que protestaban contra la política agraria del gobierno. Además se celebraron otras dos manifestaciones a favor y en contra de la política de Fidel Castro". Por supuesto, la foto de una mujer protestando contra el presidente cubano. Es decir, se olvidan de tres manifestaciones, confrontan por igual la de a favor de Cuba con 5.000-15.000 mil personas y la anticastrista con doscientas, y la foto es para esta última, la de menos asistencia de las seis. Sólo Gara hizo referencia a las manifestaciones para destacar la presencia de ciudadanos vascos e ikurriñas.
En conclusión, que para ver una fotografía o un testimonio de las manifestaciones críticas contra la Cumbre o de apoyo a Cuba o a Venezuela en español nos tenemos que ir al diario La Jornada de México. Allí la enviada Rosa Elvira Vargas y el corresponsal Armando G. Tejeda nos escriben sobre los miles de asistentes y recogen declaraciones de un indígena mapuche, un miembro de Ecologistas en Acción, un estudiante mexicano, un catedrático español de política internacional, entre otros. Es decir, a diferencia de los periódicos españoles, informó de lo que estaba sucediendo. Hasta el punto que el diario Gara de Euskadi recogió parte de la crónica de los mexicanos para mejorar su información.Sin duda, el modelo informativo de la prensa española para las manifestaciones convocadas en Salamanca con motivo de la Cumbre Latinoamericana era el coherente con su línea informativa y de opinión hasta entonces. Durante días estuvieron machacando en "informaciones" y editoriales contra los gobiernos cubano y venezolano: "...el inmerecido protagonismo que la dictadura castrista adquiere en ellas. Un protagonismo manejado con gran soltura por el eterno ausente, Fidel Castro, y que convierte sitemáticamente en categoría lo que no debería pasar de anécdota" (Editorial de El País 16 de octubre), "de Salamanca no sólo no va a salir ninguna condena a la dramática situación de los disidentes y los presos políticos de Cuba, sino que se va a otorgar a Castro un triunfo tan simbólico como práctico sin necesidad siquiera de que éste pise suelo español" (Editorial de El Mundo 15 de octubre).No deja de ser paradójico que los únicos gobiernos criticados por los medios españoles han sido los que han generado una masiva manifestación de solidaridad entre los ciudadanos, y que la manifestación más minoritaria de todas, la anticastrista con doscientas personas según la policía, haya sido la más reproducida en sus páginas y la única que ha tenido fotografías.Sirva el ejemplo para entender lo representados que están los españoles en sus medios de comunicación escritos y lo informados que puedan aspirar a estar los lectores de esos periódicos.
jueves, octubre 13, 2005
Las fronteras de la vida europea
Foto: Pepe08
Por: Hernán Diez *
El ingreso de inmigrantes africanos a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, situadas al norte de África, ya había despertado el interés del ex presidente español, José María Aznar, quien construyó la doble valla que actualmente separa a estas dos ciudades de Marruecos.
Las dos vallas de casi seis metros de altura están provistas de frondosos alambres de púas en su extremo superior y se encuentran separadas entre sí por un corredor de cinco metros. Dentro de este corredor y hacia ambos lados de las vallas los guardias vigilan permanentemente la zona.
Para cruzar estas vallas sin ser alcanzados por la guardia los inmigrantes deben trepar rápidamente una primera valla y de inmediato saltar la segunda. Esta operación requiere del uso de cientos de escaleras que deben ser armadas previamente con ramas. Si bien las posibilidades de pasar al otro lado son casi inexistentes, el gran número de personas que lo intentan, junto con la táctica repetida de tratar de tomar por asalto dos puntos distantes entre sí al mismo tiempo, ha sido una de las maneras de aumentar estas posibilidades, aunque sin mejores logros.
Durante la madrugada del jueves 6 de octubre se produjo uno de los intentos más fuertes de los últimos meses por cruzar esta frontera. El hecho coincidió con el arribo a Melilla de la vicepresidenta española, Teresa Fernández de la Vega, quien le comunicó alegremente a la prensa que sólo uno de los 500 africanos que lo intentaron logró pisar suelo español. De la Vega destacó además el "magnifico trabajo" desarrollado por las fuerzas de seguridad del Estado y del ejército "en la labor que tienen encomendada de la defensa de nuestras fronteras". Entre tanto la única persona que había logrado cruzar se hallaba en el Hospital Comarcal, en silla de ruedas, con numerosos cortes y contusiones en el cuerpo. Para entonces más de 290 subsaharianos ya habían sido detenidos por uniformados marroquíes, 6 personas habían muerto del lado marroquí aplastadas por la avalancha y al menos otras 30 resultaron heridas.
Esta no es la única forma de cruzar. Algunos lo hacen a nado, con embarcaciones muy precarias, o bien caminan por el borde de un acantilado, lo cual es aún más peligroso.
Pero a pesar de todas estas restricciones hay quienes logran traspasar la frontera.
Las irregularidades que se cometen con quienes han alcanzado suelo español son numerosas; una de ellas tiene que ver con la represión por parte de la Guardia Civil española, que en ocasiones ha causado serias heridas a los inmigrantes que trataban de cruzar la frontera. Otra de las más flagrantes irregularidades son unas "puertas" que se improvisaron en las vallas, que legalmente no deberían existir y que permiten devolver a los inmigrantes a Marruecos sin más ni más, lo cual viola la Ley de Extranjería española. Esta ley prevé que como inmigrantes indocumentados deben ser llevados a una comisaría y posteriormente identificados.
Mientras que una pequeña parte de los inmigrantes que cruzan las vallas son devueltos a Marruecos por estas "puertas", el destino de la mayoría suele hallarse en los llamados "centros de acogida para inmigrantes".
Debido a que España no tiene acuerdos bilaterales con los países del África subsahariana que les permitan a los inmigrantes retornar a su lugar de origen, estos son trasladados a los centros de acogida. Solo los nombres de estos centros pueden ilustrarnos la imaginación mejor que una descripción detallada: "Centro San Antonio de Ceuta" y "Fuerte de la Purísima Concepción de Melilla".
Desde estos "centros de acogida", donde permanecen en libertad, los inmigrantes posteriormente pueden dirigirse hacia otros sitios de España o de Europa en general. En el caso de los adultos, pasan a ser carne de explotación a buen precio. En el caso de los menores, su suerte puede ser aún peor.
Diferentes agencias, diarios, programas, todos serios, tratan el tema con rigor meteorológico: la marea sube, la temperatura está en ascenso, los negros mueren en la frontera... Entienden que el asunto es de orden natural.
Las mismas agencias, diarios y programas, hablan del "problema de la frontera". Pero el problema no es que los africanos crucen el cerco, sino que crucen el límite de su situación de vida. El problema español es que los inmigrantes africanos crean que tienen derecho a una vida en España. Este problema español es un problema europeo.
Por esta razón es que la respuesta de la Unión Europea a su problema consiste sobre todo en cercenar los derechos de quienes han logrado cruzar sus fronteras. Puesto en otras palabras: "aquí estos inmigrantes solo tienen derecho a morir de otra manera".
Sin embargo los negros de África tenían derecho a una vida en América, por eso los que no murieron en los barcos llegaron a estas tierras como esclavos.
Pero el "problema de la frontera" no es nuevo. Human Rights Watch realizó investigaciones acerca del trato a los inmigrantes en España durante julio, octubre y noviembre de 2001, y posteriormente en marzo, mayo y octubre de 2002. El trabajo señala particularmente el abuso del que son víctimas "los niños inmigrantes no acompañados de Ceuta y Melilla".
Según este informe los chicos que inmigran desde Marruecos son llevados a los centros de acogida para inmigrantes, que es lo reglamentado por el artículo 157 de la Ley de Extranjería de España. En estos "centros" son golpeados y maltratados tanto por el personal español como por el resto de los inmigrantes mayores.
En general, al momento en que se realizó esta investigación, los centros de acogida para inmigrantes se hallaban en muy malas condiciones, e incluso uno de ellos, el Centro San Antonio, disponía de una "celda de castigo" en la que los niños podían permanecer recluidos en aún peores condiciones por períodos de hasta una semana.
Clarisa Bencomo, investigadora de la División de Derechos del Niño de Human Rights Watch, precisa al respecto que "los funcionarios españoles violan los derechos humanos de estos niños migrantes para forzarles a regresar a Marruecos y los funcionarios marroquíes los castigan por haberse ido".
Recientemente el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha propuesto crear una tercera valla en la frontera, operación en la que se vería involucrada la empresa española Indra.
Al mismo tiempo un diplomático español ha señalado a la prensa que la Unión Europea destinó al desarrollo de África durante los últimos 10 años unos 2.150 millones de dólares. Sobre lo que les ha costado -y les sigue costando- a los africanos el desarrollo europeo no existen cifras.
* Periodista, colaborador de @DIN.
FUENTES:
"España y Marruecos maltratan a los niños migrantes". Human Rights Watch, Madrid, 7 de mayo de 2002.
"La ONU debe examinar política inmigratoria". Human Rights Watch, Nueca Cork, 12 de noviembre de 2002.
Alicia Fraerman; "Otro salto a la esperanza y la represión". IPS, Madrid, 27 de septiembre de 2005.
Tito Drago; "Del muro de Berlín a Ceuta y Melilla". IPS. Madrid, 5 de octubre de 2005.
Sara Sanz; "Seis inmigrantes mueren en el lado marroquí de la frontera en una avalancha". Melilla Hoy, 7 de octubre de 2005.
Caqui Sánchez; "El gobierno traslada a Marruecos a 70 inmigrantes de Mali que entraron en Melilla". Melilla Hoy, 7 de octubre de 2005.
Más información en: www.abrepalabras.tripod.com
martes, octubre 11, 2005
La cruda verdad sobre la guerra de Irak
Ahmed Amr*
Foto: LHall - Progressive Photojournalism.
Último párrafo de la 1ª Parte:
Cuando logremos nuestro proyecto imperial en el Golfo, los estadounidenses acreditarán haber inventado una nueva clase de fraude imperial -exportación de divisas en gran escala. Las cifras en dólares involucradas en esta estafa son asombrosas. Sólo este año, nuestro déficit comercial excederá los setecientos mil millones de dólares. Sin nuestros dólares frescos los acuerdos con los monarcas absolutos de Kuwait y Arabia Saudita y nuestro actual control del petróleo iraquí, es improbable que el mundo vaya a continuar absorbiendo nuestras astronómicas cantidades de divisas a cambio de sus productos manufacturados. Nuestro despliegue militar en el Golfo no es para proteger nuestra "way of life", sino más bien nuestro estándar de vida.
2ª Parte
Tampoco debemos olvidar a la inmoral minoría del ala derecha que aceptará nuestro dinero como un dulce presente que justifica los costos en sangre y en recursos de invadir a Irak. En una investigación anterior usé hechos y cifras para argumentar que dados los crecientes costos de nuestra agresión militar a Irak ya no tiene sentido ni da alguna ganancia. Si nuestro interés nacional en la región fuera seriamente reexaminado, no tendríamos un solo soldado en la región del Golfo. Nosotros tendríamos que salir de Irak: nosotros deberíamos salir de Kuwait, Arabia Saudita y Qatar.
Cuando nuestros altos funcionarios pregonan el "interés nacional" en Medio Oriente están hablando del dólar. El imperativo de exportar divisas es el componente crucial de nuestra no declarada agenda en la región. Pero como todo otro negocio imperial, los beneficios deben ser críticamente sopesados frente a sus ruinosos y crecientes costos. En primer lugar si nosotros no estuviéramos allí los terroristas no estarían aquí. No se los ve, al menos, atacando a Suecia o a Canadá. Cada dólar gastado en seguridad local debe ser incorporado a la cuenta que forma parte del costo del fraude exportador de dólares. Agréguele los costos de la guerra en Irak.
Segundo, debido a que tenemos cautivo al mundo con un solo producto -el petrodólar- no producimos casi nada más. Solo un 11% de la fuerza de trabajo estadounidense está ocupada en la industria. Exportar divisas es un negocio mucho más lucrativo. ¿Para que van a complicarse los EEUU haciendo trabajos de verdad? Los EEUU están des-industrializando su economía a pasos agigantados y sus restos oxidados desparramándose en zonas urbanas de toda la nación. Lo que parece una gran cosa para los consumidores estadounidenses significa en cambio una catástrofe para los trabajadores.
Tercero. Los dólares que exportamos no se evaporan en el aire. Los extranjeros que los adquieren, -llámense chinos, japoneses, europeos o árabes- terminan invirtiéndolos en activos financieros en los EEUU. Ellos financian de buen grado nuestra deuda nacional -pero también cobrarán con placer, en las próximas décadas, los intereses que pagarán nuestros hijos.
Se suele argumentar que debemos depender de los kuwaitíes y de los sauditas para mantener en valores razonables el precio del petróleo. Pero ahora con el aumento internacional de la demanda de emergentes gigantes económicos como la India y China, el mundo necesitará un nuevo Arabia Saudita cada decenio, para poder responder a la demanda. Bienvenida el alza del petróleo. Aun cuando todo el planeta extraiga petróleo a todo vapor -todo barril por marginal que fuere superará los sesenta dólares en un mercado altamente competitivo.
La OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ya no es más calificada como un "cartel". Todo lo que están haciendo estos días es editar prensa que conforma y guía los precios posteriormente.
En términos de desnudos intereses económicos americanos, el Imperio está costándonos mucho más de lo que vale en realidad. Los movimientos pacifistas deben advertir a los ingenuos miembros del Partido a favor de la guerra, que piensan que la guerra en contra de Irak es buena para los negocios. Necesitamos advertir a esa gente que, además de ser totalmente amorales y antiéticos con respecto a esta guerra, también son muy malos estudiantes de Economía. Vamos a ver cómo reaccionan cuando se den cuenta de que la invasión a Irak está haciéndonos perder dinero, y demás está inflando más de la cuenta la deuda nacional, sin ahorrarles un centavo en las estaciones de servicio.
Naturalmente, hay gente en los altos lugares de toma de decisiones que no tendrán en cuenta lo que aquí hablamos acerca de una permanente y veloz retirada de las tropas -a pesar del alto precio económico que está pagando la Nación. Necesitamos estar conscientes de que nuestra alienada política en al Medio Oriente está hartamente influenciada por el loby israelí. En los círculos políticos, ahora estos lobistas se conocen como los "neo-cons". Hasta adonde les concierne a ellos, cuando Norteamérica pierde un dolar ellos ganan un centavo, y esa transacción es para ellos muy buena.
Como lo sabe todo político en Washington, los neo-cons son una fuerza de la que hay que cuidarse -y no solamente por su influencia en los medios masivos de comunicación y sus tanques y arsenales de alto calibre. Este pequeño elemento doméstico nunca permitirá que se promocione su extraña agenda basada en los meritos de la sangrienta represión del pueblo palestino. Norteamérica en nada se beneficia con la ocupación militar israelí en el flanco oeste, en Jerusalém, en Gaza o en las Alturas del Golán. Pero el loby israelí puede y de hecho castiga a cualquier político que se atreva a poner en duda sus ridículas demandas por la masiva ayuda que se le brinda a Israel para financiar su desmedido apetito de robar las tierras que son propiedad de otras personas. Los neo-con apuestan a la invasión de Irak pues sirvió para desestabilizar la región y redibujar el mapa del Oriente Medio y de este modo le da a Ariel Sharon mucha más ayuda para que consolide su apropiación de los territorios ocupados y también ayuda a desviar la atención que tanto se presta a Israel, debido a la viciosa represión que ejerce sobre los Palestinos. A los neo-cons les gusta llamar "destrucción creativa", a estas políticas de desestabilización. Verdaderamente, es muy apropiada esta descripción de su política, que destruye las casas de los Palestinos para crear exclusivamente asentamientos judíos. Estos pirómanos incendiarios siempre están de pie, alrededor del infierno en el Golfo, cantando "Arde bebé, arde..!"
La política exterior norteamericana en la región reúne dos lobies -uno que propugnan los saudíes, quienes promocionan las virtudes de lo que llaman "actuales exportaciones", y el loby israelí, el cual es guiado por la agenda de Likudniks en Tel Aviv. Esta non-sancta alianza entre el rincón Amen de Israel y el clan Saudí puede parecer rebuscada. Para ser ciertos, ellos no comparten los mismos objetivos. Pero sin la bendición del loby israelí, los medios de comunicación masivos no podrían estar tan entusiastamente silenciosos acerca de los lucrativos negocios actuales de exportación de Norteamérica.
Siempre he creído que muchos norteamericanos pueden volverse expertos en cuestiones del Medio Oriente sólo leyendo un poquito y dos o tres días de seminarios dictados por académicos que no estarían consustanciados por los ideales ni de los saudíes ni de los israelitas. Uno de los grandes logros en los anales de la campañas de propaganda ha sido la habilidad de nuestros grandes señores de la comunicación social, de hacernos dependientes de los neo-con y los expertos de Likudnik para razonar la aventurera política extranjera de Norteamérica en esa región. Esos mismos expertos neo-cons que nos convencieron de que Irak tenía armas de destrucción masiva y que estaba ligada a Al Qaeda todavía desfilan como autoridades y expertas autoridades en la materia. Los gurús neo-cons y los oráculos que pronosticaron un mundo mejor y más justo ahora están impulsando la "teología de la liberación" en el Gran Oriente Medio -sabiendo muy bien que la última cosa que Bush quiere es la democracia en Arabia Saudita o Kuwait. Judith Miller, la que colaboró junto a sus amigos en altos cargos para planear y ejecutar este espectacular fracaso de la inteligencia norteamericana es aclamada como un héroe por la prensa libre, mientras que Cindy Sheehan es acusada de traición y tratar de autopromocionarse por demandar un poco de sensatez en las respuestas de los cómplices de Miller en la Casa Blanca.
Es fácil enredarse en la última absurda respuesta anglo-americano a la reciente sorpresa del desarrollo irakí. Vamos a ver: los arquitectos de esta guerra ni siquiera esperaban una insurgencia. Sólo esta semana la administración Bush hizo conocer que la estrategia del Pentágono estaba resultando muy buena. Un pocos días después, ellos declaraban que las fuerzas americanas estaban cambiando sus tácticas. Imagínense.
Moviéndose al paso de la administración Bush, los clones de Judith Miller en los medios masivos de comunicación impertinentemente ignoraron a los cientos de miles de personas que pidieron paz en movilizaciones callejeras en Washington, protestando por esta demente e infructuosa guerra. ¿Puede sorprendernos acaso que los mismos operadores de los medios que maneja Likudnik, quienes trataron de vendernos esta invasión, ahora intentan silenciar a la mayoría de los norteamericanos que quieren poner fin a este sangriento e inútil conflicto?
Cualquier observador honesto concluye que la guerra con Irak es la mayor metida de pata y que tanto Bush como Blair están enmarañados en las imprevistas consecuencias de esta inmoral e ilegal guerra motivada por crudas especulaciones económicas que se han dado vuelta y que ahora resultan ser la fórmula de generar el rojo, no sólo en las cuentas bancarias sino también en el derrame de inocente sangre iraquí. Lo que sí es cierto es que la administración Bush subestimó mucho las pérdidas norteamericanas en este conflicto -no sólo en vidas humanas, cerca de 2.000 muertos y 15.000 heridos. En términos de costos, la expedición está casi al 300% fuera de lo presupuestado y los gastos se están apilando a un promedio de 5 billones de dólares por mes. Muchos expertos concuerdan en que esta guerra ha incrementado la amenaza del terror, radicalizando a una nueva generación de militantes y encendiendo una guerra civil.
Bush necesita dejar de lado esta "noble causa", que no es más que una charada y tratar de explicar -aún a los más crédulos de sus partisanos- exactamente lo que los Estados Unidos saca de este asunto tan malo. Vamos a ver si puede probar que los Estados Unidos todavía puede obtener alguna ventaja económica que justifique la pérdida de vidas humanas, tanto de iraquíes como de americanos. Si se diera el caso de que esta sangrienta aventura es tan dulce asunto, entonces, los soldados desplegados en Irak deben ser pagados como los 20.000 soldados mercenarios que hemos alquilado para hacer de resguardo en contra de los insurgentes. Sería un muy infortunado precedente de tener norteamericanos haciendo el mismo trabajo sucio por menos pago. Si nosotros, como nación, queremos enviar a nuestros jóvenes a matar y morir por la moneda corriente de su país, pues seguramente ellos podrán querer compartir el botín de guerra. También querrán saber la exacta naturaleza de su misión de "protección al dólar". Y algunos de ellos incluso podrían decidir de que sus vidas son mucho más valiosas en dólares canadienses o incluso en el sector privado.
Esta guerra terminará cuando los norteamericanos, especialmente aquellos que la apoyan, se den cuenta de la cruda verdad acerca de la guerra con Irak. No es por petróleo o para desparramar la bendita democracia. Es acerca del déficit comercial y el dólar. Y aún esta excusa es una proposición de pérdida de dinero. Una vez, nosotros alcanzamos el consenso de finalizar la guerra en Vietnam -basada en consideraciones racionales y sensatas de nuestros intereses nacionales. Nosotros abandonamos el Canal de Panamá y cerramos nuestras bases en las Filipinas y aceptamos un armisticio en Corea basados en un análisis de que era bueno para nosotros, no para ellos. La Guerra fría terminó cuando ambos, los soviéticos y los norteamericanos se sentaron y re-evaluaron los costos y beneficios de este prolongado conflicto. La intervención militar en el Golfo es sólo un mal negocio y nosotros debemos retirarnos inmediatamente, porque el costo sólo aumentará y sólo hay una muy pequeña recompensa si continuamos con este sangriento conflicto.
* Editor de www.nilemedia.com una cyber-revista orientada a informar con lucidez sobre el mundo en general y Medio oriente en particular. Traducción para @DIN: Amalia Beatriz Domínguez.
Foto: LHall - Progressive Photojournalism.
Último párrafo de la 1ª Parte:
Cuando logremos nuestro proyecto imperial en el Golfo, los estadounidenses acreditarán haber inventado una nueva clase de fraude imperial -exportación de divisas en gran escala. Las cifras en dólares involucradas en esta estafa son asombrosas. Sólo este año, nuestro déficit comercial excederá los setecientos mil millones de dólares. Sin nuestros dólares frescos los acuerdos con los monarcas absolutos de Kuwait y Arabia Saudita y nuestro actual control del petróleo iraquí, es improbable que el mundo vaya a continuar absorbiendo nuestras astronómicas cantidades de divisas a cambio de sus productos manufacturados. Nuestro despliegue militar en el Golfo no es para proteger nuestra "way of life", sino más bien nuestro estándar de vida.
2ª Parte
Tampoco debemos olvidar a la inmoral minoría del ala derecha que aceptará nuestro dinero como un dulce presente que justifica los costos en sangre y en recursos de invadir a Irak. En una investigación anterior usé hechos y cifras para argumentar que dados los crecientes costos de nuestra agresión militar a Irak ya no tiene sentido ni da alguna ganancia. Si nuestro interés nacional en la región fuera seriamente reexaminado, no tendríamos un solo soldado en la región del Golfo. Nosotros tendríamos que salir de Irak: nosotros deberíamos salir de Kuwait, Arabia Saudita y Qatar.
Cuando nuestros altos funcionarios pregonan el "interés nacional" en Medio Oriente están hablando del dólar. El imperativo de exportar divisas es el componente crucial de nuestra no declarada agenda en la región. Pero como todo otro negocio imperial, los beneficios deben ser críticamente sopesados frente a sus ruinosos y crecientes costos. En primer lugar si nosotros no estuviéramos allí los terroristas no estarían aquí. No se los ve, al menos, atacando a Suecia o a Canadá. Cada dólar gastado en seguridad local debe ser incorporado a la cuenta que forma parte del costo del fraude exportador de dólares. Agréguele los costos de la guerra en Irak.
Segundo, debido a que tenemos cautivo al mundo con un solo producto -el petrodólar- no producimos casi nada más. Solo un 11% de la fuerza de trabajo estadounidense está ocupada en la industria. Exportar divisas es un negocio mucho más lucrativo. ¿Para que van a complicarse los EEUU haciendo trabajos de verdad? Los EEUU están des-industrializando su economía a pasos agigantados y sus restos oxidados desparramándose en zonas urbanas de toda la nación. Lo que parece una gran cosa para los consumidores estadounidenses significa en cambio una catástrofe para los trabajadores.
Tercero. Los dólares que exportamos no se evaporan en el aire. Los extranjeros que los adquieren, -llámense chinos, japoneses, europeos o árabes- terminan invirtiéndolos en activos financieros en los EEUU. Ellos financian de buen grado nuestra deuda nacional -pero también cobrarán con placer, en las próximas décadas, los intereses que pagarán nuestros hijos.
Se suele argumentar que debemos depender de los kuwaitíes y de los sauditas para mantener en valores razonables el precio del petróleo. Pero ahora con el aumento internacional de la demanda de emergentes gigantes económicos como la India y China, el mundo necesitará un nuevo Arabia Saudita cada decenio, para poder responder a la demanda. Bienvenida el alza del petróleo. Aun cuando todo el planeta extraiga petróleo a todo vapor -todo barril por marginal que fuere superará los sesenta dólares en un mercado altamente competitivo.
La OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ya no es más calificada como un "cartel". Todo lo que están haciendo estos días es editar prensa que conforma y guía los precios posteriormente.
En términos de desnudos intereses económicos americanos, el Imperio está costándonos mucho más de lo que vale en realidad. Los movimientos pacifistas deben advertir a los ingenuos miembros del Partido a favor de la guerra, que piensan que la guerra en contra de Irak es buena para los negocios. Necesitamos advertir a esa gente que, además de ser totalmente amorales y antiéticos con respecto a esta guerra, también son muy malos estudiantes de Economía. Vamos a ver cómo reaccionan cuando se den cuenta de que la invasión a Irak está haciéndonos perder dinero, y demás está inflando más de la cuenta la deuda nacional, sin ahorrarles un centavo en las estaciones de servicio.
Naturalmente, hay gente en los altos lugares de toma de decisiones que no tendrán en cuenta lo que aquí hablamos acerca de una permanente y veloz retirada de las tropas -a pesar del alto precio económico que está pagando la Nación. Necesitamos estar conscientes de que nuestra alienada política en al Medio Oriente está hartamente influenciada por el loby israelí. En los círculos políticos, ahora estos lobistas se conocen como los "neo-cons". Hasta adonde les concierne a ellos, cuando Norteamérica pierde un dolar ellos ganan un centavo, y esa transacción es para ellos muy buena.
Como lo sabe todo político en Washington, los neo-cons son una fuerza de la que hay que cuidarse -y no solamente por su influencia en los medios masivos de comunicación y sus tanques y arsenales de alto calibre. Este pequeño elemento doméstico nunca permitirá que se promocione su extraña agenda basada en los meritos de la sangrienta represión del pueblo palestino. Norteamérica en nada se beneficia con la ocupación militar israelí en el flanco oeste, en Jerusalém, en Gaza o en las Alturas del Golán. Pero el loby israelí puede y de hecho castiga a cualquier político que se atreva a poner en duda sus ridículas demandas por la masiva ayuda que se le brinda a Israel para financiar su desmedido apetito de robar las tierras que son propiedad de otras personas. Los neo-con apuestan a la invasión de Irak pues sirvió para desestabilizar la región y redibujar el mapa del Oriente Medio y de este modo le da a Ariel Sharon mucha más ayuda para que consolide su apropiación de los territorios ocupados y también ayuda a desviar la atención que tanto se presta a Israel, debido a la viciosa represión que ejerce sobre los Palestinos. A los neo-cons les gusta llamar "destrucción creativa", a estas políticas de desestabilización. Verdaderamente, es muy apropiada esta descripción de su política, que destruye las casas de los Palestinos para crear exclusivamente asentamientos judíos. Estos pirómanos incendiarios siempre están de pie, alrededor del infierno en el Golfo, cantando "Arde bebé, arde..!"
La política exterior norteamericana en la región reúne dos lobies -uno que propugnan los saudíes, quienes promocionan las virtudes de lo que llaman "actuales exportaciones", y el loby israelí, el cual es guiado por la agenda de Likudniks en Tel Aviv. Esta non-sancta alianza entre el rincón Amen de Israel y el clan Saudí puede parecer rebuscada. Para ser ciertos, ellos no comparten los mismos objetivos. Pero sin la bendición del loby israelí, los medios de comunicación masivos no podrían estar tan entusiastamente silenciosos acerca de los lucrativos negocios actuales de exportación de Norteamérica.
Siempre he creído que muchos norteamericanos pueden volverse expertos en cuestiones del Medio Oriente sólo leyendo un poquito y dos o tres días de seminarios dictados por académicos que no estarían consustanciados por los ideales ni de los saudíes ni de los israelitas. Uno de los grandes logros en los anales de la campañas de propaganda ha sido la habilidad de nuestros grandes señores de la comunicación social, de hacernos dependientes de los neo-con y los expertos de Likudnik para razonar la aventurera política extranjera de Norteamérica en esa región. Esos mismos expertos neo-cons que nos convencieron de que Irak tenía armas de destrucción masiva y que estaba ligada a Al Qaeda todavía desfilan como autoridades y expertas autoridades en la materia. Los gurús neo-cons y los oráculos que pronosticaron un mundo mejor y más justo ahora están impulsando la "teología de la liberación" en el Gran Oriente Medio -sabiendo muy bien que la última cosa que Bush quiere es la democracia en Arabia Saudita o Kuwait. Judith Miller, la que colaboró junto a sus amigos en altos cargos para planear y ejecutar este espectacular fracaso de la inteligencia norteamericana es aclamada como un héroe por la prensa libre, mientras que Cindy Sheehan es acusada de traición y tratar de autopromocionarse por demandar un poco de sensatez en las respuestas de los cómplices de Miller en la Casa Blanca.
Es fácil enredarse en la última absurda respuesta anglo-americano a la reciente sorpresa del desarrollo irakí. Vamos a ver: los arquitectos de esta guerra ni siquiera esperaban una insurgencia. Sólo esta semana la administración Bush hizo conocer que la estrategia del Pentágono estaba resultando muy buena. Un pocos días después, ellos declaraban que las fuerzas americanas estaban cambiando sus tácticas. Imagínense.
Moviéndose al paso de la administración Bush, los clones de Judith Miller en los medios masivos de comunicación impertinentemente ignoraron a los cientos de miles de personas que pidieron paz en movilizaciones callejeras en Washington, protestando por esta demente e infructuosa guerra. ¿Puede sorprendernos acaso que los mismos operadores de los medios que maneja Likudnik, quienes trataron de vendernos esta invasión, ahora intentan silenciar a la mayoría de los norteamericanos que quieren poner fin a este sangriento e inútil conflicto?
Cualquier observador honesto concluye que la guerra con Irak es la mayor metida de pata y que tanto Bush como Blair están enmarañados en las imprevistas consecuencias de esta inmoral e ilegal guerra motivada por crudas especulaciones económicas que se han dado vuelta y que ahora resultan ser la fórmula de generar el rojo, no sólo en las cuentas bancarias sino también en el derrame de inocente sangre iraquí. Lo que sí es cierto es que la administración Bush subestimó mucho las pérdidas norteamericanas en este conflicto -no sólo en vidas humanas, cerca de 2.000 muertos y 15.000 heridos. En términos de costos, la expedición está casi al 300% fuera de lo presupuestado y los gastos se están apilando a un promedio de 5 billones de dólares por mes. Muchos expertos concuerdan en que esta guerra ha incrementado la amenaza del terror, radicalizando a una nueva generación de militantes y encendiendo una guerra civil.
Bush necesita dejar de lado esta "noble causa", que no es más que una charada y tratar de explicar -aún a los más crédulos de sus partisanos- exactamente lo que los Estados Unidos saca de este asunto tan malo. Vamos a ver si puede probar que los Estados Unidos todavía puede obtener alguna ventaja económica que justifique la pérdida de vidas humanas, tanto de iraquíes como de americanos. Si se diera el caso de que esta sangrienta aventura es tan dulce asunto, entonces, los soldados desplegados en Irak deben ser pagados como los 20.000 soldados mercenarios que hemos alquilado para hacer de resguardo en contra de los insurgentes. Sería un muy infortunado precedente de tener norteamericanos haciendo el mismo trabajo sucio por menos pago. Si nosotros, como nación, queremos enviar a nuestros jóvenes a matar y morir por la moneda corriente de su país, pues seguramente ellos podrán querer compartir el botín de guerra. También querrán saber la exacta naturaleza de su misión de "protección al dólar". Y algunos de ellos incluso podrían decidir de que sus vidas son mucho más valiosas en dólares canadienses o incluso en el sector privado.
Esta guerra terminará cuando los norteamericanos, especialmente aquellos que la apoyan, se den cuenta de la cruda verdad acerca de la guerra con Irak. No es por petróleo o para desparramar la bendita democracia. Es acerca del déficit comercial y el dólar. Y aún esta excusa es una proposición de pérdida de dinero. Una vez, nosotros alcanzamos el consenso de finalizar la guerra en Vietnam -basada en consideraciones racionales y sensatas de nuestros intereses nacionales. Nosotros abandonamos el Canal de Panamá y cerramos nuestras bases en las Filipinas y aceptamos un armisticio en Corea basados en un análisis de que era bueno para nosotros, no para ellos. La Guerra fría terminó cuando ambos, los soviéticos y los norteamericanos se sentaron y re-evaluaron los costos y beneficios de este prolongado conflicto. La intervención militar en el Golfo es sólo un mal negocio y nosotros debemos retirarnos inmediatamente, porque el costo sólo aumentará y sólo hay una muy pequeña recompensa si continuamos con este sangriento conflicto.
* Editor de www.nilemedia.com una cyber-revista orientada a informar con lucidez sobre el mundo en general y Medio oriente en particular. Traducción para @DIN: Amalia Beatriz Domínguez.
miércoles, octubre 05, 2005
La cruda verdad sobre la guerra de Irak
Foto: Mattluce. @DIN.
Por: Ahmed Amr*
(1ª Parte)
Cotidianamente llegan sin falta a los puertos de los EEUU, contenedores cargados de mercancías de todo el mundo. Entre otros, electrónica japonesa, autos europeos, textiles chinos e indios y petróleo árabe y venezolano. Y se distribuyen por todo el territorio desde el Golfo de México hasta Canadá, incluidos cuatro millones de crudo diarios. Al cabo de cada uno y de todos los días 5 mil millones de dólares de mercaderías y servicios se asientan en suelo estadounidense. Pero el valor de estos productos es muy superior debido a que en su mayor parte se producen con sangre, sudor y lágrimas de los trabajadores del tercer mundo, que sólo ganan unos pocos dólares por día.
A cambio de esta montaña de tesoros importados, los EEUU envían contenedores cargados con armas, aviones civiles, alta tecnología, productos agrícolas y farmacéuticos, sobrevaluados. En términos de su desvalorizado dólar, los EEUU exportan diariamente tres mil millones de dólares en bienes y servicios.
Cuando se importa más de lo que exporta, se termina con un déficit comercial. Sin ir más lejos este año terminaremos con un déficit comercial de 2 mil millones diarios de promedio.
Contrariamente a lo que popularmente se cree, los EEUU son los productores menos competitivos del mundo. Desde 1976 los estadounidenses han venido generando consecutiva y exponencialmente déficit comerciales. El déficit comercial mide ciertamente la incapacidad del país de manufacturar productos que puedan competir en el mercado global. En las últimas tres décadas nuestros productos manufacturados han sido juzgados por nuestros socios comerciales o como muy caros o como de baja calidad o ambas cosas. Hay que convencerse de que si excluimos la exportación de armas y municiones -una industria en que nos destacamos-, nuestro déficit tradicional aumentaría unos 180 mil millones más.
Usted debería preguntarse por qué el resto del mundo se traga este enorme desbalance comercial de la mayor economía del planeta. La respuesta es muy simple -los EEUU producen una única divisa-: el dólar. Y todos los días nosotros exportamos dos mil millones de billetes nuevos para enfrentar nuestro diario déficit comercial.
En efecto, el Tesoro de los EEUU manufactura el 40% del total de nuestras exportaciones. Ahora bien, ¿porque tomaría nuestro papel moneda el resto de la humanidad si no tiene intenciones de usarla para comprar nuestras manufacturas?
Nuevamente la respuesta es simple - para comprar nuestros valores, nuestros bonos del tesoro y petróleo.
Este último item parece desconcertante. ¿Por qué necesita dólares el resto del mundo para comprar petróleo de un país que importa 12 millones de barriles diarios? Porque el petróleo se cotiza y se vende en dólares. Los países que tienen una fuerte dependencia de la importación de petróleo - como China, Japón y Europa Occidental- están obligados a disponer de cantidades de dólares para comprar petróleo en los Petro-imperios del Golfo.
De allí se deriva también otro beneficio, las economías petróleo dependientes tienden a invertir sus dólares en instrumentos de corto plazo del Tesoro -financiando así nuestro déficit y proveyendo créditos fáciles que alimentan nuestra propia burbuja.
Una parte sustancial de los petrodólares se vierte eventualmente en las arcas de los soberanos de los países petroleros, reciclándose en bonos estadounidenses, en propiedades y en valores de largo plazo. Los contratistas militares estadounidenses y británicos -como Halliburton- también celebran multimillonarios contratos en dólares con las monarquías del Golfo.
El botín generado por los enormes ingresos petroleros kuwaitíes y sauditas de estos dictadores hereditarios incluye el lavado de dinero a gran escala -ayudados y alentados por algunas empresas inversoras como el grupo Carlyle, la firma de la que el precedente secretario de estado James Baker era socio principal. George Bush padre y el Primer Ministro John Major también trabajaron en esta organización.
El primer ministro continua balbuceando incoherencias sobre la británica tradición de mantenerse "hombro a hombro" con los EEUU. Bueno, nuestros primos británicos abandonaron por conveniencia esta tradición durante la guerra de Vietnam. No estuvieron junto a nosotros cuando invadimos Panamá y criticaron nuestra intervención en Centro America. Pero parecen hallarse más que entusiasmados aceptando la invitación como nuestros socios bélicos en el Medio oriente, aunque Gran Bretaña sea un país exportador de petróleo.
¿Porqué será? ¿tendrá que ver con los 50 mil millones de dólares en armas vendidas a Saudi Arabia? O ¿estará más interesado Blair en las atractivas inversiones en petrodólares de Kuwait y Arabia Saudita? Creo que Tony está pensando en el después y en ser tan rico como John Major. Los sauditas entendieron siempre la importancia de las recompensas para cuando dejen sus funciones los ex Primeros Ministros y los ex Presidentes.
Si usted puede digerir el par de párrafos precedentes, comprenderá fácilmente cuales son las razones que tienen EEUU y Gran Bretaña para ser tan inflexibles en su decisión de ejercer la hegemonía sobre la región del Golfo. "Nada de sangre por petróleo" ha sido largamente el grito de batalla de quienes se oponen a la intervención militar directa de los EEUU en Medio Oriente. Es un eslogan que no suena sincero porque las compañías estadounidenses siguen pagando el ascendente precio del crudo árabe. Los que califican la guerra de misión "altruista" deben saber que los EEUU solo dependen del Golfo en un 12% diario de su consumo de petróleo y sólo en un 5% del total de energía que necesita. Un 40% procede de Texas, Alaska y Louisiana y la mayor parte del crudo que importamos se origina en Canadá, México y Venezuela.
Y para Downing Street también es una estupidez eso de "nada de sangre por petróleo" según las cifras de las exportaciones británicas.
Sobre el racional argumento de la imperial obsesión en Medio Oriente, los estadounidenses deben comprender que no se trata meramente de "crudo": Nuestros soldados y "marines" estan matando y muriendo para coercionar a un mundo hambriento de petróleo a acumular dólares estadounidenses para futuras compras de petróleo a Kuwait y Arabia saudita.
Pareciera que no existe una gran diferencia y que ese eslogan antiguerra es una tontería. Sin embargo es una diferencia que permite poner una coraza de hierro contra aquellos que todavía compran la tonta idea de que estamos en la región para promover la democracia y exportar "nuestros valores". En realidad nosotros instalamos guarniciones militares en la región para mantener el status del dólar como medio internacional de pago y convencer al mundo para que acepte nuestros déficit comerciales como un derecho de los EEUU. Estamos haciéndole al mundo una oferta que no puede rechazar.
Cuando logremos nuestro proyecto imperial en el Golfo, los estadounidenses acreditarán haber inventado una nueva clase de fraude imperial -exportación de divisas en gran escala. Las cifras en dólares involucradas en esta estafa son asombrosas. Sólo este año, nuestro déficit comercial excederá los setecientos mil millones de dólares. Sin nuestros dólares frescos los acuerdos con los monarcas absolutos de Kuwait y Arabia Saudita y nuestro actual control del petróleo iraquí, es improbable que el mundo vaya a continuar absorbiendo nuestras astronómicas cantidades de divisas a cambio de sus productos manufacturados. Nuestro despliegue militar en el Golfo no es para proteger nuestra "way of life", sino más bien nuestro estándar de vida.
(continuará)
* Editor de www.nilemedia.com una cyber-revista orientada a informar con lucidez sobre el mundo en general y Medio oriente en particular. Traducción para @DIN: Susana Merino.
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