LA MISTERIOSA MUERTE DE JOSÉ CASTAÑO
Un funcionario político, Horacio Miguel, presidente de la Comisión de Fomento de Koluel Kayke, fue el encargado de desmentir que haya contaminación en el agua de la zona, producida por la explotación petrolera de PanAmerican Energy, la empresa de los Bulgheroni y BP. Miguel dijo que le llamaba "poderosamente la atención" que otra vez se hable de los fantasmas que Koluel intenta ocultar.
Él insistió en que el agua es potable, para consumo humano, y que son confiables los controles de la empresa Servicios Públicos Sociedad del Estado, que es la prestadora del servicio. O Miguel es un irresponsable o miente. Este capítulo de la visita de EDICIÓN i a la tierra donde los Bulgheroni extraen parte de su fortuna, lo ofrecemos al Sr Horacio Miguel para que realmente sepa lo que está pasando.
Por Juliana Lasagno Koluel
La historia de José
Mientras ingresaba a la pequeña oficina, la mujer sentada del otro lado hacía un gesto cordial invitándome a tomar asiento en un pequeño pero cómodo sillón.
Con pocas esperanzas, comenzó a relatar cómo fue que su apellido se convirtió en un caso emblemático en la pequeña localidad de Koluel Kayke.
Delma Castaño, hija de Etelvina Sepúlveda y José Castaño, relató meticulosamente la cronología del padecimiento y muerte de su padre, hace ya seis años.
Hombre nacido en Lago Posadas (por entonces el nombre del pueblo era Hipólito Irigoyen), jubilado de Servicicos Públicos Sociedad del Estado en el área de Saneamiento en 1990, compró una pequeña chacra la cual bautizó 'Un Día Común'. Instalado en esa zona, su mujer, su suegra e hijos lo visitaban todos los fines de semana y nunca escaseaba el asado en familia.
En 1997, cuando la empresa Perez Companc instaló dos cigüeñas extractoras de petróleo a 150 metros de 'Un Día Común', que se sumaron a la que ya existía cuando él adquirió la parcela, comenzó a ocurrir un problema que, en adelante, le traería la desgracia a su vida.
José nunca encontró diferencias en el sabor del agua dulce con la que habitualmente preparaba su mate amargo, desde que despuntaba cada jornada. Sin embargo, cierta mañana uno de sus nietos (11 años en ese tiempo), de visita en 'Un Día Común', se sentó a desayunar con su abuela Etelvina y no pudo disimular el disgusto: "Abuela, esta leche está salada".
Etelvina respondió: "¿Cómo que salada?".
El pequeño insistió: "Sí, probála abuela, está salada".
Etelvina aceptó y resultó que era cierto. Fue hasta la azucarera pensando que se había equivocado de recipiente al endulzar la leche. Ella creyó que había echado sal en el pote del azúcar. Pero no. El azúcar estaba en la azucarera y el agua con la que se había diluido la leche en polvo estaba salada.
En esos días, la salud de su marido, José, había desmejorado abruptamente, algo había cambiado en su cuerpo, y su preocupación le llevó a contarle a sus hijas Norma y Delma qué sucedía con su padre.
Cada vez que José iba al baño, orinaba sangre y en la zona de su cuello le había aparecido un pequeño bulto.
Ellas le pidieron que se hiciera un chequeo médico, cosa habitual en él ya que cada tres meses, con lluvia o tormenta, se hacía una evaluación de rutina porque al tener 70 años quería prevenir cualquier inconveniente.
Entonces decidieron derivarlo a la Ciudad de Buenos Aires para que le realizaran otros estudios y le efectuaran quimioterapia, pero Don José no fue internado sino que quedó como paciente ambulatorio, instalado en un hotel, desde donde todos los días iba hasta el centro médico a tratarse.
Mario llamó unos días más tarde, y le dijo a Etelvina: "Mamá, decile a papá que no tome el agua de la chacra porque está contaminada con los productos que le echan a los pozos petroleros".
Uno de los bioquímicos que le realizó el análisis de orina a Don José detectó gran cantidad de sangre y le dijo a una de sus hijas (Norma), que pidiera la derivación para que lo examinara un urólogo.
José Castaño se hizo revisar por profesionales en Caleta Olivia el 15 de febrero de 1998, y le detectaron un pequeño tumor en la vejiga. En tanto, bulto que tenía en el cuello había adquirido una mayor dimensión y ya era del tamaño de un huevo.
Pero, en su lucha por sobrevivir, y tras muchos análisis, uno de ellos de sangre, demostró que Don José tenía plomo en cantidades alarmantes y esto no era un dato menor.
En Meprisa, una clínica privada de Caleta, lo operaron para retirarle parte del tumor de la vejiga. Mientras se realizaba la operación, sus hijas esperaban, impacientes, en una confitería frente al hospital. Estaban compartiendo un silencioso café cuando una médica conocida por la familia se les acercó y les dijo: "Les aconsejo que no le extirpen el tumor del cuello porque si llega a ser maligno es un cáncer fulminante y va a durar menos que un suspiro".
Desde el día cuando se le realizó el estudio en la vejija y se detectó el tumor hasta el día de la operación, éste había crecido el doble, y le realizaron una biopsia que confirmó el cáncer.
Entonces decidieron derivarlo a la Ciudad de Buenos Aires para que le realizaran otros estudios y le efectuaran quimioterapia, pero Don José no fue internado sino que quedó como paciente deambulatorio, instalado en un hotel, desde donde todos los días iba hasta el centro médico a tratarse.
El médico, de apellido Torchinsky, uno de los especialistas que lo atendió, le dijo a la familia que le asombraba la cantidad de pacientes con cáncer provenientes de la zona norte de la Provincia de Santa Cruz, que por uno u otro motivo terminaban derivados a la capital federal.
En mayo de 1998, la salud de José había desmejorado mucho y era indisimulable su deterioro físico. Regresó a Koluel Kayke. En julio de 1999, luego de nuevos análisis realizados en Comodoro Rivadavia, Chubut, confirmaron la peor sospecha: había metástasis en la vejiga, y nuevamente lo trasladaron a Ciudad de Buenos Aires hasta octubre de ese año para más tratamientos de control.
Cuando lo enviaron de regreso ya no pudo volver a cruzar la puerta azul de su chacra 'Un Día Común'. Nunca más pudo levantarse de la cama. El tercer domingo de octubre, en el Día de la Madre, José fue internado. Murió el 4 de diciembre, día de su cumpleaños. Tenía 72 años.
La movida legal
La causa judicial se inicio cuando aún vivía José. Su mujer Etelvina y su hija Delma presentaron la demanda legal contra la empresa Perez Companc, por entender que la enfermedad de su padre era producto de la negligencia empresarial y también del Estado provincial porque no controló la actividad petrolera y provocó la contaminación del agua en la zona.
Increíble que los Perez Companc, luego tan filántropos con el Hospital Austral y el zoo Temaiken, resultaron contaminantes en la Patagonia.
El abogado José García Camed fue el asesor que llevó adelante la denuncia ante el fuero Federal pero faltaron las respuestas. La causa judicial se encontraba en el juzgado de Ricardo Napolitana, en Comodoro Rivadavia, y el fiscal era Norberto Bervell, pero nunca precisaron la evolución de la instrucción, a pesar que la familia –y ocurrió más de una vez- insistió en pedir explicaciones.
Un abogado familiar de los Castaño, en el año 2002, solicitó que le permitieran ver la causa pero le denegaron el acceso al expediente por considerar que no estaba matriculado en la provincia de El Chubut. También Delma concurrió en reiteradas ocasiones al juzgado Federal en Comodoro pero el fiscal Bervell, de muy mala manera, le negó cualquier acceso al expediente.
La causa nunca prosperó y la familia quedó con indignación y desaliento porque ante el digno reclamo de justicia el poder que le compete no hacía uso de sus funciones y dejaba en el olvido la muerte de José Castaño como un caso más sin mayor relevancia.
"La causa la tienen pisada" relata hoy día Delma, con bronca, "pero yo voy a insistir hasta que se haga justicia".
Pura y cristalina, agua del campo
Los Bulgheroni le compraron esos pozos petroleros a Perez Companc. Fue un precio de liquidación y Carlos Bulgheroni estaba excitado con la bicoca. Pero Perez Companc quería retirarse luego de que Koluel Kayke había comenzado a trepar en los diarios.
La historia corrió paralela con el avance de la enfermedad de José porque Bridas, que luego se llamó PanAmerican, perforó sucesivamente ocho pozos alrededor de la chacra de los Castaño.
El más alejado se encuentra a 300 metros de distancia de la casa y el más cercano a 50 metros de la vivienda. A 40 metros del alambre del gallinero familiar hay otra válvula extractiva que succiona, interminablemente, petróleo crudo de las entrañas de Koluel. Hay otro más allá, y otros más, alrededor de la casa, como gigantes en vigilia, y pocos metros del único pozo surgente de agua que alguna vez fue potable.
Una de las ennegrecidas cigüeñas se encuentra tan cercana a la casa que cuando una persona sale por la puerta de la vivienda, sus ojos chocan con la extraña figura que se recorta sobre una lomada.
Provoca escozor y hasta se magnifican los sordos y ásperos ruidos que emite el rechinar de la enorme biela que uno ve incesantemente haciéndole reverencia al oro negro que enriquece a muchos y mata a otros en Koluel Kayke.
Cuando la familia empezó a sospechar que el agua provocaba los problemas, denunciaron el hecho y Gendarmería Nacional efectuó un análisis del agua pero nunca le exhibió los resultados a la familia ni a los abogados, alegando que no podía hacerlo sin autorización, aunque tampoco supieron explicar quién debía impartir la orden.
¿Qué alarmaba tanto a los Castaño? Un sinnúmero de hechos que confirmaron que el lugar estaba contaminado.
Una tarde, Etelvina vio que todas sus gallinas y pavos se morían. "Se les ponía el cogote negro y después blanco y morían" relató casi con resignación. "En la huevera encontré huevos con colores raros", dijo señalando una canastilla de cáñamo que descasaba sobre la mesada.
Con extrema preocupación y curiosidad decidió sacarse las dudas y destripó una de las gallinas muertas. Para su sorpresa encontró que "en los intestinos había pequeñas bolitas de agua negra, se me murieron todas las gallinas", recuerda con cierta amargura.
Cuando lavaban la vajilla, el detergente se les cortaba: "Quedaba como aceitoso, el jabón en pan parecía leche cortada", relató Etelvina. Toda la vegetación era víctima del problema. "El suelo se volvió blancuzco y las plantas se secaban y morían" describió como si pintara un cuadro surrealista.
"Yo me acuerdo que abrimos el pozo, y sentíamos olor a excremento, como olor a azufre". Obviamente el agua era imposible de beber, "y lo irónico era que un par de meses atrás, antes de la instalación de los pozos, el agua era dulce y rica" .
'Un Día Común', no tan común
Un día cualquiera no es tan normal en la vida de los Castaño. Hace un tiempo, Norma, quien visita diariamente la chacra, tenía una hermosa perra raza Collie, de dos años, que repentinamente enfermó. La revisó el veterinario de Pico Truncado, Tomás Sosa, quien hoy desempeña funciones en el Consejo Agrario Provincial, con sede en Río Gallegos; y le diagnosticó cáncer de útero. La perra fue operada pero murió al poco tiempo. La sospecha tenía una razón fundada: la perra vivía en la chacra.
Norma Castaño visitó al señor Carlos Torres, gerente de Servicios Públicos de Pico Truncado, para pedirle que analizara el problema pero éste le manifestó: "Yo con Kayke no quiero saber nada con semejante despiole que se armó", haciendo referencia a la muerte de José, las denuncias posteriores y la llegada de los medios periodísticos nacionales al lugar. Desde entonces la familia nunca pudo tener una respuesta coherente de los funcionarios municipales.
La pequeña localidad petrolera tiene como Comisionado de Fomento a Horacio Miguel, quien desempeña esas funciones en Koluel pero a criterio de los vecinos con los que hemos hablado, no hay indicios que haya advertido alguna iniciativa por solucionar de raíz el problema.
Miguel justifica todo lo que ocurre y dice que en Koluel el agua es bebible.
Servicios Públicos retiró muestras del pozo donde José bebía agua habitualmente. Norma insistió ante la empresa, en Río Gallegos, para que le mostraran los resultados y cuando accedió a ellos le confirmaron que no era potable para consumo humano, por considerar que estaba contaminada por materia fecal, y arsénico.
Pero un error técnico se escabulló y quedó la duda porqué hicieron eso los funcionarios. Los análisis no correspondían a Koluel Kayke sino a Las Heras otra localidad vecina, a 60 Km., también de explotación petrolera. Curioso detalle para tener en cuenta.
El revuelo que produjo a nivel nacional lo ocurrido en Koluel y la repercusión de la denuncia de la familia Castaño, obligó a PanAmerican Energy a intentar subsanar el daño ocurrido, instalando una planta de ósmosis inversa que desaliniza el agua.
No obstante, PanAmerican nunca dejó de apostar cigüeñas en el terreno de la chacra, y en 200 metros a la redonda tiene ocho pozos activos, y hay un noveno con prospección concluida, listo para la perforación.
Cuenta Delma que una tarde, mientras estaba en su casa de Pico Truncado, repasando con su abogado las alternativas de la causa, sonó el teléfono y una voz masculina, pausada y ronca, se identificó como un empleado de Pan American Energy.
Sorprendida, la mujer preguntó que ocurría y, sin rodeos y con toda calma la voz del otro lado le deslizó una propuesta: "Le ofrecemos una casa de parte de Perez Companc y un automóvil, señora".
Delma recuerda con lágrimas en los ojos la impotencia que sintió en aquel momento:"Y yo le respondí que la vida de mi padre no vale ni mil casas ni un millón de dólares, yo quiero justicia".
El Paraíso tóxico
A 1 kilómetro de Koluel Kayke, la chacra 'Un Día Común' es un hermoso paraíso tóxico. Desde que uno camina en dirección a la puerta de la pequeña casita se respira todo el tiempo olor a gas, hasta tal punto que produce picazón en la garganta.
"Es normal, las veinticuatro horas se respira así, te acostumbrás", comentó Norma a medida que avanzábamos por la senda estrecha demarcada por pastos ralos y amarillentos.
Al lado de la pequeña casita, rodeada por un par de árboles frutales que están amarillentos, ya no se sabe si por la cercanía del otoño o las consecuencias insalubres del entorno, se puede observar un pequeño pozo de agua con tapa azul. Es el aljibe aquel, donde José sacaba agua todos los días, inconsciente de que allí estaba obteniendo el veneno mortal que terminaría con su tranquila existencia.
Allí hay una bomba que trabaja casi todo el día removiendo todos los sedimentos tratando de purificar lo imposible.
"Servicios Públicos saca agua una vez al mes para analizar –explicó Norma- pero cuando la bomba funciona. Yo quisiera que vinieran cuando la bomba no anda y sintieran el olor a podrido que sale del pozo, es un olor a querosén insoportable".
Detrás del pozo hay una pequeña cucha para perros, y revolotean pavos y gallinas mientras picotean un poco de maíz a menos de 100 metros de las máquinas extrayendo el crudo.
Es imposible no detenerse a mirar el poco verde que crece en el lugar, y que la maravilla de la naturaleza hace que reverdezca a pesar de todo.
Un duraznero detrás de la casa no es cualquier duraznero, es una planta que quiere crecer sobre una palca de petróleo que le hace de colchón, producto de la irresponsabilidad de las empresas que antes de 1990 tuvieron un derrame que llegó hasta la casa y cubrió el terreno de lodo negro, pegajoso que en algunos sectores del terreno bajo se ha solidificado confundiéndose con el terreno arcilloso.
¡Levanta una piedra y me encontrarás!, y no es Jesús precisamente. Con apenas mover un centímetro la tierra o las piedras se puede ver el negro tesoro que las petroleras han dejado volcar, tal vez sin saber o tal vez sin importarles qué pasa en Koluel.
A 70 metros de la casa hay un pozo que está recubierto por una placa de hormigón. Cualquiera sin entender lo confundiría con una base de cemento abandonada, pero no, es el pozo que contiene en su interior el agua que va a alimentar la red de agua de Koluel Kayke.
Al lado hay un inusual terreno vacío y pedregoso, de forma rectangular como rastrillado, que pretende pasar desapercibido a la mirada de cualquiera "ese es un piletón, ahí tiraban todos los desechos tóxicos, los químicos, barro y petróleo cuando hacían la perforación" aclaraba Norma.
A 100 metros, frente al pozo hay una pequeña laguna, pero no hay aves. No hay cormoranes ni gaviotas en busca de pequeños renacuajos. Es un piletón a cielo abierto que contiene desechos de alguna perforación de las tantas cigüeñas que rodean el terreno.
"Solo Dios sabe lo que hay en su interior –dijo nuestra guía muy acongojada–. Antiguamente tiraban tachos, bidones con químicos y hasta herramienta rotas y guantes o mamelucos inservibles".
Cuando se ingresa al patio de la chacra es imposible no tropezar con un caño que al aire libre atraviesa el terreno. Preguntamos qué iba dentro del ducto aunque la respuesta estaba implícita, obvia, descontada: "Petróleo" nos dijo Norma, "Uno se acostumbra a esto", y ella miró con desazón a su alrededor el paisaje árido pero no menos hermoso que tiene Santa Cruz y que destruye la mano del hombre.
Los gigantes de acero persisten en los alrededores con sus cabezas movibles sin pausa y sin prisa. Ya casi ni los gorriones habitan la pequeña comarca petrolera. Esto es parte de Santa Cruz, una provincia donde el Estado tiene una enorme deuda con el medio ambiente, aunque en los discursos se predique lo que jamás en Koluel Kayke se ha practicado.
Fuente: www.OpiSantaCruz.com.ar
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