Por Javier Rodríguez Pardo
Los minerales no abundan. El Norte agotó sus recursos naturales más allá de sus fronteras y no tiene intenciones de abandonar derroche y consumismo. En el año 1900 Estados Unidos extraía minerales de cobre con una ley promedio del 5% y en la actualidad es inferior al 0,4%; diferencia abismal que indica la escasez del recurso. Sin embargo, los precios mantienen su brusca caída merced a la extracción de volúmenes mayores de mineral, de ley cada vez más baja.
Dada las condiciones, la industria minera ideó un método siniestro. Primero detecta de manera satelital los yacimientos, aquellos sitios donde hay más concentración de minerales, generalmente diseminados en extensiones kilométricas y, por supuesto, poli metálicos. Y luego aplica un cóctel de sustancias químicas que le permite atrapar el mineral sin importarle secar acuíferos, desviar ríos, destruir glaciares y volar montañas con promiscuidad dinamitera a cielo abierto. El método no se caracteriza por mantener normas industriales de desarrollo sostenible ni por remediar el daño producido, tarea por demás imposible; para las empresa mineras lo importante es capturar entre el 96 al 99% del oro contenido en la roca y en invisibles partículas diseminadas en miles de hectáreas.
El agua es el principal insumo de este sistema extractivo. Mezclada con la sopa química les permite regar (lixiviar) apiladas concentraciones de roca que quedarán eternamente contaminadas (un anillo de oro de una onza produce 20 toneladas de residuos), abandonando tóxicos que llegarán a las aguas superficiales y subterráneas a veces muchos años después de cerrada la mina.
Es decir, estamos en presencia de la fusión de dos industrias: la minera y la química para obtener minerales que antes no existían, porque su extracción no era rentable. Ahora, donde no alcanza el ojo humano llegamos con el compuesto químico y hacemos que el mineral de baja ley sea un buen negocio. En el camino aparecen metales pesados propios de la actividad realizada por esta industria, como plomo, mercurio, zinc, cadmio, cobre entre muchos otros, además de metaloides como el arsénico, frecuente en la Cordillera de los Andes, movilizados por la acción de las soluciones de cianuro y del ácido sulfúrico, parte de las múltiples sustancias vertidas en los suelos por esta minería.
Ahora bien, para obtener estos minerales de baja ley, se requiere importantes fuentes de energía. Si tomamos el caso del complejo minero de Barrick Gold Corpotarion en Veladero y Pascua Lama (oro, plata, cobre y mercurio, entre otros minerales), advertimos que se necesita por ejemplo la energía equivalente a la suministrada por la central núcleoeléctrica de Atucha: más de 300 MW de potencia instalada para abastecer un complejo minero solamente.
Las multinacionales extractivas, beneficiadas con la leyes que las excluyen del rigor impositivo vigente, aún les exigen a los gobiernos la provisión de energía, porque cuanto más baja es la ley de los minerales, mayor es el costo de la energía que deben afrontar las empresas. Si pagaran todos los insumos, costaría más la extracción de los minerales que su valor en el mercado. En la provincia de San Juan, el pueblo paga con la boleta del servicio eléctrico, la instalación de la línea minera de energía, conocida como "la línea de 500 Kv." Francamente, un despropósito que golpea en el esfuerzo significativo de un pueblo que ve irse recursos no renovables y encima contribuye para ello.
De modo que la rentabilidad del mineral pasa por extraerlo sin mayores gastos, sin pagar impuestos, con leyes permisivas apropiadas para consumar el saqueo, que incluye degradación y contaminación ambiental, encadenando el daño a múltiples ecosistemas aguas abajo, centenarias áreas productivas de bienes agropecuarios e innumerables comunidades perjudicadas a las que se les impide el desarrollo de economías genuinas y estables, incompatibles con las explotaciones mineras.
Nos queda la esperanza al saber que la propia escasez del recurso agua terminará por abandonar este sistema extractivo. De hecho, muchas zonas con importantes yacimientos diseminados tienen escasa dotación de agua. ¿Es ilimitada la que hay en la Cordillera de los Andes, paradigma de las nacientes de los ríos, donde se hallan miles de glaciares que escurren hacia valles y pueblos, a ambos lados de ella?. El cóctel químico minero requiere enormes volúmenes de agua en un planeta que denuncia su escasez.
Y finalmente, cuanto más baja es la ley del mineral, mayor cantidad de residuos, montañas de escombros que modifican y degradan geografía y hábitat. De manera que el ingenio humano ha puesto un sistema extractivo letal, sobre todo para los pueblos del Sur, en regiones que un par de décadas atrás no contaban con yacimientos, por ejemplo, no contaban con oro.
Este método extractivo perverso hizo que apareciera.
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