Por Marta Salazar Sánchez
Foto: Deutsche Welle-dpa/lth (zu lth 137 vom 15.01.2001)
Alemania sigue batiendo records históricos. En lo poco que va de año lleva tres: el primer país exportador del mundo, el mayor número de quiebras y cinco millones de desempleados.
Las estadísticas de desempleo fueron dadas a conocer a comienzos de febrero y, como se temía, la cifra oficial sobrepasó los temidos cinco millones de personas, que supera el número de desempleados de 1933. Ello, pese a los inumerables pactos pro-empleo cerrados durante el gobierno de Schroeder.
La oposición demócrata cristiana acusa al gobierno de ser responsable de la catástrofe: el desempleo alimentaría las aspiraciones de los partidos de ultraderecha, que ya han llegado al parlamento del Land de Sajonia. Por su parte, para verdes y social-cristianos (extraña coincidencia), los culpables de la situación son los empresarios. Éstos, su vez, se lamentan y culpan a los sindicatos, que sustentan el arcaico sistema de tarifas laborales que rige en Alemania.
El porcentaje de desempleados es diferente según la región; en general, en el sur del país, donde gobiernan los llamados partidos burgueses -demo- o social-cristianos y liberales- las cifras se mantienen por debajo del 10%. En el centro y norte, el desempleo se encuentra entre 10, 3 (Hamburgo) y 23,5% (Mecklenburg-Vorpommern). En los estados que formaban parte de la ex-RDA, la cifra más baja correspode a Turingia (19%) y la más alta es la de 23,5% ya mencionada. Sin duda, en las regiones que antes formaban parte del socialismo real, la raíz del problema radica en causas estructurales y demográficas. Son regiones en que se produce un despoblamiento, debido a la baja tasa de natalidad y a la emigración hacia otras zonas en busca de mejores condiciones de vida.
A su vez, la población parece continuar esperándolo todo del estado -que, en la mente de muchos, ha reemplazado al rey- y la política del estado omnipresente, omnipotente y omnivigilante no contribuye en nada al fortalecimiento de la iniciativa privada.De los dos millones de personas sin trabajo, el 35% son desempleados permanentes, esto es, gente que ha permanecido más de un año sin ocupación y que se teme fundadamente que, por diversas circunstancias, no encuentre empleo en el futuro.
En general, se puede decir que entran en esta categoría los mayores de 50 y aquellos que podríamos denominar sin cualificación profesional. El desempleo de quienes tienen un tílulo universitario llega al 5%. En tanto, entre los no cualificados, sube al 20% y, en los Länder del Este de Alemania, al 50%. En cuanto a este grupo, hay dos razones para no encontrar empleo: en primer término, el sueldo que se les ofrece es tan bajo que no vale la pena trabajar, es preferible vivir de la ayuda social, que les asegura percibir mensualmente tanto dinero como la remuneración que recibirían si trabajaran. Carecen incluso de un incentivo para buscar un trabajo, por esta razón se ha intensificado la acción de las agencias estatales de empleo para incentivarlos a buscar y aceptar un empleo. Por otra parte, la industria elimina paulatinamente estos puestos de trabajo, pues -debido sobre todo, a la política tarifaria y a las cargas sociales impuestas por el estado- el sueldo que debe pagar por ellos es muy alto y prefiere mecanizarlos o trasladarlos al extranjero.
Este es uno de los efectos más nefastos de la llamada trampa social. En cuanto a los mayores de 50, en general no son bien recibidos en el mundo laboral. Durante bastante tiempo se pensó que quitaban trabajo a los jóvenes y, por tanto, se recurrió al expediente de despedirlos tempranamente, muchas veces con jugosas rentas provenientes de la misma empresa (Betriebsrente), lo cual, en muchos casos, significa que no tienen gran necesidad de trabajar. A ello se suman los problemas de salud -según las estadísticas afectan a un 25% de los desempleados- que se acentúan mientras más tiempo pase sin obtener una ocupación estable.
Actualmente, la tendencia es a trabajar más años, puesto que, debido a la implosión demográfica, el sector pasivo es crecientemente superior al activo, de manera que, en unas décadas más, se teme que no habrá quien pague las pensiones y jubilaciones de la población pasiva.Durante 2004, 39.600 empresas presentaron su solicitud de insolvencia, 0,3% más que el año anterior. De acuerdo al derecho alemán la insolvencia significa que pasan a ser dirigidas por un administrador, quien intentará el saneamiento de la empresa, generalmente mediante el compromiso de nuevos inversionistas; sin embargo, en estos momentos, es difícil encontrarlos. El daño a la economía se calcula en 39,4 mil millones de euros. Tan sólo Francia, con 40.000 empresas, tuvo una cifra algo más alta de insolvencias. El número de las llamadas insolvencias privadas, que afecta a personas naturales, aumentó el 2004 en un 25% en relación al año 2003.
Las causas del sobreendeudamiento de las personas privadas se debe, en parte importante al desempleo y también a la alta tasa de divorcios.Casi paradójicamente, el número de nuevas empresas aumentó en un 14,7%. La mayoría de ellas es una Ich-Ag, esto es, una empresa unipersonal, fundada por un ex-desempleado que, gracias al apoyo estatal, logra fundar él mismo su propia empresa, en la que, generalmente es el único empleado. Las Ich-Ag son de reciente creación (2003) y forman parte de las medidas de reforma propuestas por la comisión presidida por Peter Hartz, "Comisión para la modernización del mercado laboral". Se calcula que la mitad de estas empresas no sobreviven al periodo en que reciben ayuda estatal. De los frustrados ex-miniempresarios, apenas un 4,5% encuentran un trabajo fijo. La noticia positiva es que Alemania es el primer país exportador del mundo, con productos que sumaron los 730,9 mil millones de euros durante el año 2004. A ello ha contribuido, por una parte el boom de la economía mundial y por otro, el prestigio del que aún goza el sello made in Germany.
Por otra parte, los sueldos aumentaron muy poco durante el año pasado, de manera que el precio de la mano de obra no contribuyó a un encarecimiento de los productos, como se temía. El alto precio del petróleo y la caída del dólar y consiguiente "vuelo" del euro no fueron suficientes para frenar las exportaciones. De ellas, un 75% se dirigió a estados de la UE, siendo Francia el mayor comprador. Sin embargo, no hay que olvidar, que gran parte de los productos que se venden como "hechos en Alemania", son fabricados en gran parte, en otros países. Es el fenómeno del off-shoring o deslocalización.
La deslocalización ha llevado a firmas grandes y medianas a trasladar procesos de producción al exterior, donde la mano de obra es más barata. Esto no es sólo un fenómeno alemán, actualmente se calcula que el 90% de los productos provenientes de Holanda son elaborados fuera de ese país; en los EEUU, el porcentaje fluctúa entre 60 y 70%. Esta división internacional del trabajo parece ser el único medio de garantizar empleos dentro del país, sobre todo porque la etapa final de producción se mantiene dentro de Alemania, así como las oficinas centrales de las respectivas empresas.
Las ramas la la actividad económica de mayor éxito exportador son la industria automotriz y la de maquinaria y herramientas, que son dos de las industrias más deslocalizadas. Sin embargo, su éxito es relativo. Según un reciente estudio de McKinsey, un 8% de las empresas que trasladaron su producción al exterior, experimentó un alza en los costos, debido fundamentalmente a una estimación excesivamente baja de los costos de gerencia en el extranjero y a la significativa inversión inicial que supone instalar una nueva fábrica. Un 45% de las empresas lograron un ahorro entre 0 y 10%; 26%, entre 11 y 20%; un 12%, entre 21 y 30%; finalmente, el 9% más exitoso, ahorró un significativo 31% ó más.
En cuanto al escenario político, no se aprecia movimiento, la oposición no ha podido capitalizar el descontento popular. Los cinco millones de desempleados -se dice que la cifra real sería aún más alta- no han sido motivo para variar en un ápice el apoyo popular al gobierno de Schroeder. Los únicos que parecen haber ganado votos son las agrupaciones de la llamada extrema derecha, con un discurso altamente proteccionista en economía -propio del populismo-, que sueña con la autarquía económica predicada en otro tiempo, al cual se mira con nostalgia. Al parecer, el grueso de los electores, confía más en un gobierno socialdemócrata, esto es protector, estatista y paternalista, que en uno liberal, que obligue a la población a salir de su letargo y a tomar su vida en sus propias manos. El binomio libertad - responsabilidad es tan temido como indeseado, tanto por la masa electoral, como por los políticos de las más variadas tendencias. Una de las respuestas más novedosas -y efectivas a largo plazo- de la empresa privada frente a la crisis económica ha sido la fundación de escuelas de negocios.
En un mundo universitario donde durante años ha dominado el estado, los privados finalmente "se han atrevido". Para comprender el panorama, hay que considerar que solamente una escuela de negocios alemana ha recibido la acreditación equis otorgada por la European Foundation for Management Developement: se trata de la institución privada Otto Beisheim Graduate School of Management, fundada en 1984. En el 2006 comenzará a funcionar en Berlín el MBA de la European School of Managment ans Technology, financiada por importantes empresas. Sin duda, una apuesta para el futuro
*Marta Salazar Sánchez es abogada, editora del blog Alemania: economía, sociedad y derecho @din publica el presente artículo con autorización especial de la Revista Arbil
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