martes, junio 21, 2005

El fin de los subsidios a la agricultura y el comercio internacional

Por Marta Salazar Sánchez *



Esta mañana en mi recorrido por la prensa internacional, me encontré con este titular del diario Ámbito Financiero (que debería ser lectura obligada para todos quienes deseen hacer un análisis de política y economía acerca del Sur de América) de Buenos Aires: "Beneficia al país crisis en Europa por subsidios: Se convirtió Tony Blair en un aliado de la Argentina al calificar de 'anacrónicos' los beneficios al agro en la UE. La crítica abrió una brecha para aprovechar".

¿Por qué? Porque después de la II Guerra Mundial, comenzó a imponerse una tendencia -a que ya he hecho referencia en los artículos acerca de la explosión demográfica y en el reciente artículo "La escasez de alimentos"- que condujo a que los países industrializados comenzaran a proteger su agro.
Concretamente, la protección de la agricultura por parte de los estados europeos se debe -a mi modo de ver- a dos factores fundamentales. Primero, el peso del voto de los campesinos, ricos y pobres, terratenientes (en Europa también los hay) y minifundistas o pequeños empresarios agrícolas. Es un voto multiplicador. Los campesinos estaban bien organizados y constituían un sector de bastante peso en sociedades que se levantaban lentamente, después del flagelo de la guerra. Asimismo, en aquella época, el comercio internacional y la infraestructura de transportes no estaban tan desarrollados como actualmente. De manera que era impensable traer manzanas de Neuquén, como las que disfrutamos ahora en Alemania y que se encuentran en cualquier supermercado.
En segundo lugar, hay una razón de gran importancia y que, a veces, pasa poco menos que desapercibida. Algo después de llegar a Alemania, un economista paraguayo, de ascendencia alemana, Jorge Schreiner -¿qué será de él y de Estela? Tal vez alguno de ellos lea este pequeño artículo y me escriba- me explicó que la agricultura europea no se sustenta. No es rentable, está sumamente financiada a través de los subsidios. Ello -me explicaba Jorge- se debe al temor de Europa a la dependencia. Dependencia de otras regiones. El viejo anhelo de lograr la autarquía. "Imagínate que sin los subsidios, Europa se quedaría sin agricultura. Si esto ocurriera, dependería enteramente del exterior, porque los países del llamado tercer mundo pueden vender productos del agro a un precio mucho más bajo que los agricultores europeos sin subsidios".
Pero Europa considera que este escenario sería muy inseguro -continuaba mi amigo-. ¿Qué pasaría si la región que produce tal o cual producto sufre una gran crisis política o económica, o una guerra? Europa se queda sin el producto. Bueno, antes que quedarse sin el producto, su precio se elevaría, de manera que el consumidor europeo perdería calidad de vida al tener que pagar un precio muy alto por un producto al que está habituado y que ya no puede comprar al mismo precio, o no puede comprar en absoluto.
De manera que el temor al desabastecimiento de productos agrícolas es uno de los factores que llevan a la UE a financiar su agricultura mediante los tan cuestionados subsidios al agro. Y por eso, el término de este sistema favorecería a un país grande -y extraordinariamente fértil- como Argentina. Y no sólo a Argentina, sino a todos los países que pueden producir productos agrícolas y ganaderos. En Europa, hablamos en general de subsidios agrícolas, pero éstos comprenden también a los productos de la ganadería. Un ministro británico escribía el fin de semana en un diario alemán -apelando al sentido común de los ciudadanos-: "Ud. paga dos euros por cada vaca que compra un ganadero francés".

Personalmente pienso que los subsidios, tarde o temprano, desaparecerán. Con Blair o sin él. Pese a Chirac o sin él. Esto, sin duda, llevará a una transformación del campo en Europa. Es probable que los agricultores desarrollen su producción en los llamados nichos que ofrece el mercado. Como por ejemplo, la bío-agricultura o el cultivo de productos naturales que -aunque son más caros- tienen un poder de compra asegurado. O tal vez, las granjas se transformen en hoteles para familias con niños. Estos dos fenómenos ya se pueden observar en Alemania.

* Marta Salazar Sánchez, abogado, U. de Chile, residente en Alemania.
E-mail:
MartaSalazarSanchez@gmx.net

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